Bolsamania

La historia del milagro de Robert Kubica

Circuito de Montreal, Gran Premio de Canada de F1, 10 de junio de 2007. Los pilotos afrontan la vuelta número 27 cuando de pronto el BMW Sauber de Robert Kubica pierde el control en la curva 9 después de rozar el Toyota del italiano Jarno Trulli. El polaco sale de la pista e impacta violentamente con el lado derecho de su monoplaza contra el muro.

El rebote le hace cruzar la pista dando vueltas de campana hasta chocar con el lado opuesto. Las imágenes son impresionantes: no queda nada de coche y la cabeza del piloto se bambolea dentro del casco rojo y blanco. En buena lógica, todos entienden horrorizado que Robert Kubica ha perdido la vida. El vídeo muestra la brutalidad del accidente:

Pero los milagros existen, sobre todo para un ferviente católico como Kubica.

Ante la conmoción general, el piloto es atendido primero en la pista, después en el centro médico del circuito y más tarde es trasladado en helicóptero al hospital Sacre Coeur de Montreal, a donde llega consciente y estable. Nadie logra entenderlo, pero ha logrado salir ileso, apenas con algunas contusiones. Nadie encuentra explicación, pero Robert Kubica tiene una: «Fue Juan Pablo. Él me salvó».

Y es que Kubica llevaba (y aún lleva) una pequeña foto de su compatriota el Papa Juan Pablo II en la cabina de su monoplaza.

Cuatro años después, en el Rally de Andorra, el piloto volvió a ver la muerte de cerca después de otro escalofriante accidente. Los servicios de emergencia tardaron hora y media en rescatarlo del coche. Esta vez el polaco sufrió severas fracturas en los brazos y una pierna, hemorragias internas y la mano derecha quedó tan dañada que los médicos se plantearon la posibilidad de amputar el miembro.

Desde el hospital, el maltrecho piloto pidió al Arzobispo de su ciudad natal, Cracovia, alguna reliquia del Pontífice que le ayudara en el largo proceso de recuperación. El cardenal Dziwisz le entregó un pedazo de las vestiduras papales y una gota de sangre de Wojtyla dentro de un medallón de oro.

A instancias del arzobispado de Cracovia, el Vaticano puso en marcha una comisión de expertos que evaluara si la salvación de Kubica era un milagro atribuible al ya fallecido pontífice. Al final, la idea fue desechada, aunque no sin antes el piloto fuera llamado a la Santa Sede para testificar. Sin embargo, con o sin la participación del Papa en el asunto, para muchos lo de Robert Kubica solo puede ser calificado de milagro.

Fotos y vídeo – El Mundo