Bolsamania

Frangivento Asfanè HyperSportItalia, eléctrico y conectado

Se presenta en el Auto Show de Bolonia una nueva versión del superdeportivo estrella de Frangivento: el Asfanè HyperSportItalia, eléctrico y «social».

Una línea aerodinámica irreprochable y otras grandes virtudes hacen de este superdeportivo italiano un modelo a tener muy en cuenta. Con 4,60 metros de largo, 2,05 de ancho y una altura 1,15 metros, este deportivo cuenta con un cuerpo de aluminio forjado a mano y monta una unidad eléctrica que ofrece (según los diseñadores) una potencia de hasta 660 kW. lograda gracias a sus 4 motores de flujo axial, dos de ellos situados en la parte delantera y otros dos en la parte trasera.

El Frangivento Asfanè HyperSportItalia ha sido sin duda la gran estrella del show de Bolonia. Y eso que estuvo a punto de no poder acudir a la cita, ya que sólo una semana antes había aparecido flotando después de la inundación de la planta de producción de la marca en Moncalieri, cerca de Turín.

Rojo por fuera, verde por dentro

La prensa italiana, aludiendo al color rojo lambrusco de la carrocería y a su espíritu ecológico, lo ha descrito como un coche rojo por fuera pero verde por dentro.

Además de su carácter ecológico y respetuoso con el medio ambiente, gracias a la propulsión eléctrica, el Asfanè HyperSportItalia destaca también como coche «social», ya que está dotado de un sistema de comunicación muy especial que establece un vínculo casi íntimo con el conductor.

Este sistema, el Transponder NFC, proporciona información a tiempo real recogida por numerosos sensores de varios aspectos de la conducción (estado del pavimento, posibles obstáculos, estado del motor, combustible disponible, etc.) que es transmitida al smartphone del conductor. Un diálogo entre el hombre y la máquina en pro de la eficiencia y la seguridad.

El Asfanè (que en dialecto piamontés significa «no se puede hacer») es un diseño de Giorgio Pirolo y Paolo Mancini para FV-Francigena. De momento no se plantea su comercialización a corto plazo.

Fotos – La Stampa