¿Por qué es mejor empezar la andadura profesional en época de crisis?

Al comienzo de la crisis financiera, los estudiantes recién graduados se sentían devastados. Muchos se revolcaban en la miseria del paro tras años de carrera, lamentando que simplemente no había suficiente empleo para todos. Por su parte, los que tuvieron la suerte de aterrizar en un puesto de trabajo sentían que desempeñaban funciones menores, y no las esperadas.

Esto no supone un problema solo a corto plazo: las investigaciones sugieren que cuando las personas comienzan sus carreras profesionales en épocas de recesión económica, ganan menos dinero que el resto durante al menos dos década. Además, a pesar de conseguir ascensos o promociones en la empresa, terminan en empleos menos prestigiosos. Como escribe el economista de Yale, Lisa Kahn, “Las consecuencias laborales de graduarse de la universidad en una época de recesión son grandes, negativas y persistentes”.

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A pesar de estas desventajas, la talentosa investigadora Emily Bianchi tenía el presentimiento de que podría haber algo bueno dentro de lo malo. Ella analizó todos los datos procedentes de dos grandes estudios realizados por el Gobierno de los Estados Unidos sobre miles de graduados universitarios durante más de cuatro décadas, fijándose en que su nivel de satisfacción en el trabajo se vio afectado por las condiciones económicas reinantes cuando empezaron su andadura profesional. En ambos estudios, las personas que se graduaron durante las recesiones económicas estaban más satisfechas con sus puestos de trabajo que las personas que se graduaron en épocas de bonanza. Esta premisa se cumple independientemente de sus ingresos, industria, ocupación, edad, sexo y experiencia laboral.

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Con lo cual, está comprobado que empezar la andadura profesional en épocas de recesión hace que los trabajadores estén más a gusto con su empleo pese a que cobren menos. “Lo que más me sorprendió acerca de estos hallazgos fue el tiempo que perduraron estos efectos“, reflexiona Bianchi. “Los graduados en recesión eran más felices con su trabajo incluso décadas después de recibir sus diplomas y aun después de que los mercados se estabilizaran, la recesión se acabase, y aumentara la contratación”.

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Pueden fijarse en la pinta que tiene o en el sabor. Y recuerden: es comida, no es un cuadro.

¿Por qué sucede esto?

Durante años, los psicólogos han demostrado que nuestra felicidad depende de las comparaciones que hacemos. Tengamos en cuenta los siguientes datos:

  • En la búsqueda de empleo, las personas con carrera universitaria con grandes aspiraciones terminan ganando de media un 20% más que el resto de las personas con su mismo nivel formativo. Sin embargo, están menos satisfechos con el trabajo que realizan.
  • En la mesa de negociación, los negociadores que esperan mucho de la negociación consiguen mejores tratos, pero se sienten menos satisfechos.
  • En las Olimpiadas, evaluadores entrenados para ello observaron videos de medallistas en el podio. En una escala de agonía a éxtasis, las expresiones de los medallistas de bronce eran más felices que las de los medallistas de plata.

En cualquiera de los casos anteriores, y como señala el psicólogo Barry Schwartz en el libro “The Paradox of Choice”, aunque la persona lo esté haciendo mejor, se siente peor. Cuando uno está buscando el trabajo perfecto, es más fácil terminar decepcionado y lamentar que no se es lo suficientemente bueno. Al fijar una meta alta en una negociación, las probabilidades de alcanzar las expectativas son mayores, pero incluso en el caso de conseguir lo deseado, el negociador se siente peor que en el caso contrario. Al ganar una medalla olímpica de bronce, el atleta se compara con los atletas que no están en el podio, y se siente afortunado de haber conseguido una medalla. Pero cuando se gana la de plata, no puede dejar de cavilar sobre lo que podría haber sido si hubiera apretado un poco más.

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Nuestras expectativas importan. Desde hace décadas tenemos evidencias de que cuando la gente comienza su trabajo con una visión optimista, es más propensa a estar insatisfecha y ser poco productiva, siendo más propensa a abandonar. Siempre hay una importante brecha entre las expectativas y la realidad de la mayoría de los puestos de trabajo, y los que tienen grandes esperanzas terminan frustrados.

Lo esperado nunca llega

Son similares a los anteriores los beneficios que surgen cuando las personas comienzan sus carreras durante una recesión. La investigadora Bianchi considera que cuando las personas se gradúan en condiciones económicas difíciles, es menos probable que se entretengan con pensamientos acerca de cómo lo podrían haber hecho mejor y es más probable que se sientan agradecidos por su trabajo.

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En una entrevista reciente, se le preguntó a Malcolm Gladwell qué fue lo que le motivó a escribir “David and Goliath”. Observó que hacemos suposiciones muy precisas sobre lo que constituye una ventaja en cualquier situación dada y destacó el valor de reconocer que muchas desventajas aparentes contienen ventajas ocultas. Cuando asumimos que las recesiones económicas son universalmente malas, pasamos por alto el hecho de que tienen el efecto secundario de calibrar nuestras expectativas, dándole al irracionalmente optimista una dosis de realidad. Según Bianchi, uno de los beneficios de la recesión económica puede ser que sirve para templar la creencia de los Millennials de que sólo tienen derechos y que los tienen todos. Al saber lo que cuesta un peine se valora más lo que se tiene.

Por supuesto, no debería hacernos falta tener una crisis tan seria como esta para recordar que debemos estar agradecidos de nuestra buena fortuna. Pero en un mundo donde es tan fácil perder de vista y olvidarnos de lo bien que nos está yendo, puede que necesitemos pérdidas a corto plazo que nos permitirán aprender para tener ganancias a largo.

 

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