Carlos Montero
Con el escenario griego aún por determinar, y con la espada de Damocles sobre la permanencia del país heleno en la zona euro, hay una opción que pocos se han planteado y que podría ser realmente la solución para la actual crisis: La salida de Alemania de la zona euro.
Alemania es el país que está impidiendo realizar las reformas
estructurales necesarias para crecer en competitividad, y vencer a la
crisis por el lado del crecimiento, no de la austeridad. El motivo es
claro: la gran mayoría de sus ciudadanos se oponen a nuevas ayudas a los
países europeos necesitados, y empiezan a defender la vuelta a su
anterior moneda.
Quizás sea esta una opción a considerar. Así lo ha hecho Red Jahncke,
presidente de Townsend Group International LLC, en un excelente artículo
en Bloomberg que pasamos a comentar:
Los debates sobre los pros y los contras de una salida griega de la zona
del euro está perdiendo sentido: Una salida de Alemania podría ser lo
mejor para todos los interesados.
A menos que los líderes europeos tomen algún tipo de acción radical,
como la adopción y ejecución de alguna de las ideas de reforma que
defienden algunos estados, la unión monetaria se dirige hacia la
desintegración.
Los problemas de Grecia, Irlanda y Portugal se han extendido a España,
la cuarta economía más grande de la zona del euro. Italia probablemente
será el próximo. Los otros miembros de la unión monetaria no pueden
permitirse el lujo de sacar de apuros a todos. Nuevos préstamos sólo
servirán para agravar el problema fundamental de demasiado endeudamiento
e incrementaría la creciente enemistad entre los fuertes países del
norte y la periferia del sur. Sin un crecimiento económico sano - y
Europa ahora está de nuevo en una recesión - varios países tendrán que
reestructurar sus deudas soberanas. La experiencia de la agónica
reestructuración de Grecia de los dos últimos años sugiere que hacer
varias más sería extraordinariamente difícil, si no imposible.
La salida griega de la unión monetaria haría que la situación empeore
aún más. La perspectiva más aterradora es que los otros países afectados
podrían salir en un pánico incontrolable, completado con corridas
bancarias, suspensiones de pago y un desorden social general. Este
escenario colapsaría el sistema financiero europeo, incluso el de
Alemania. La economía mundial se paralizaría con todo el mundo
preguntándose cuál sería la próxima ficha de dominó en caer.
Entonces, ¿qué podría provocar una salida de Alemania de la zona euro?
Es altamente improbable una integración y una reestructuración múltiple,
por lo que con la salida alemana podría ser la mejor de todas las
opciones disponibles.
Una sola y poderosa nación, podría ejecutar una salida de la moneda
única de forma tan rápida que nadie entrara en pánico. No se agonizaría
sobre quien sale y quién no. Despojado de su principal fuerte de
exportación -Alemania-, el euro se depreciaría fuertemente, pero no
hasta el punto de convertirse en una moneda prácticamente sin valor,
como por ejemplo, el dracma griego.
Con el euro devaluado, una salida griega y su posterior devaluación,
sería relativamente inútil. Por lo tanto, no hay riesgos de contagio o
pánico bancario. Con nuevos tipos de cambio que hacen a todos los
paraísos financieros de la zona euro excesivamente caros, y con la
eliminación de la amenaza de una conversión forzada, los depositantes
del sur de Europa perderían todo aliciente por retirar sus depósitos.
La salida de Alemania suministraría beneficios inmediatos a todas las
naciones que quedaran en la zona euro. La depreciación de la moneda
mejoraría de forma radical la competitividad, exactamente lo que muchos
observadores han aconsejado a las naciones más débiles del sur. La
balanza de pagos de la zonaeuro mejoraría, suministrando fondos para
pagar su deuda externa. Los beneficios recaerían sobre la zona euro en
su conjunto, en contraposición con una serie de abandonos uno tras otro
de las naciones más débiles, que aplastarías sus economías, y que
ejercería una presión insoportable sobre el próximo candidato.
Naciones relativamente fuertes de la zona euro, como los Países Bajos,
probablemente harían una pausa antes de seguir el ejemplo de Alemania.
Si se fueran, ellos podrían perder las ventajas comerciales ofrecidas
por la devaluación del euro, y tendrían que soportar todos los costes, y
las complicaciones de la reintroducción de sus propias monedas.
Un euro más barato, por supuesto, sería muy malo para los inversores
extranjeros en activos denominados en euros. En el lado positivo, estás
pérdidas serían simultáneas, uniformemente repartidas entre los
acreedores y más moderadas, de lo que sería un escenario de salidas
continuadas del euro.
Es cierto que hay problemas que no están estrictamente relacionadas con
la moneda única, incluyendo el sector de bienes raíces en España, y su
impacto en los bancos españoles. Aquí, la moneda devaluada, podría traer
inversión extranjera fresca. Sin embargo, los gobiernos podrían tener
que rescatar a algunos bancos europeos. Es posible que se necesitara un
apoyo colectivo en Grecia y otros países. Alemania todavía tendría
razones para ayudar: su salida del euro no disminuiría su interés vital
en la supervivencia y el éxito de la economía europea.
Aunque las encuestas sugieren que los alemanes en su mayoría estarían
felices de volver a su antigua moneda, Alemania no escaparía ilesa. Sus
exportaciones se contraerían ya que el nuevo tipo de cambio haría los
productos alemanes mucho más caros en el extranjero. Sin embargo, con un
movimiento audaz se podría evitar el desastre actual, y no
necesariamente significaría el fin de proyecto europeo. Es famoso el
dicho revolucionario de "escapar para luchar otro día", para ganar en
última instancia.
De hecho, una salida alemana podría sentar las bases para un fuerte
reencuentro futuro. Después de haber aprendido la lección y hacer las
paces con la realidad económica. Las naciones de la zona euro podrían
hacer un mejor trabajo de integración en una segunda oportunidad.