A medida que avanza la crisis del coronavirus y que se vislumbra de forma algo más fiable el final de esta primera fase de la pandemia, las preguntas e inquietudes de los inversores también van cambiando. Como decíamos la semana pasada, ya no preocupa tanto cuándo va a acabar la pandemia, sino qué va a pasar tras la pandemia, cómo va a ser el mundo post Covid-19, cómo va a ser la tan anunciada "nueva normalidad" en lo que a la economía y a las inversiones se refiere.
Esas inquietudes, y en cierto modo también esas esperanzas, han sobrevolado las Bolsas esta última semana y han provocado, de forma sucesiva y casi sin solución de continuidad, una fortísima subida el pasado miércoles cuando se anunció que la empresa norteamericana Gilead podía tener un fármaco eficaz contra el virus, y una no menos fuerte caída el jueves y el viernes (en este caso solo para las Bolsas americanas al estar cerradas las europeas) al publicarse una batería de cifras económicas muy alarmantes, que reflejan el impacto de la pandemia en el primer trimestre y que hacen temer lo peor para los próximos trimestres.
Al final la semana ha terminado en tablas para las Bolsas americanas (S&P -0,2%, Nasdaq -0,3%) y con subidas fuertes para las europeas (Eurostoxx +4,2%, Ibex +4,7%, Dax +5,1%) que evitaron el recorte del viernes al estar cerradas, pero es inevitable que nos quede una sensación extraña ante movimientos tan sorprendentes como el que vimos el miércoles. No parece muy normal que justo después de publicarse una caída del PIB norteamericano del 4,8% (anualizado) en el primer trimestre las Bolsas se disparasen al alza llegando el S&P a acercarse a los 3.000 puntos y el Dow Jones a los 25.000.