La reflación de Biden y sus peligros

Juan Carlos Ureta Domingo, presidente ejecutivo Renta 4 Banco

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Capitalbolsa | 18 ene, 2021 18:31
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Si es cierto que la historia se repite, y que, como decía Darwin, ese es uno de los errores de la historia, el inicio de la presidencia de Biden no deja de recordar en algunos aspectos al de, hace ahora cuatro años, la presidencia de Trump. A pesar de tratarse de dos presidentes con enfoques radicalmente opuestos en las grandes líneas de su acción política, ambos comparten algunas cosas, en lo que a la política económica se refiere.

En contra de lo que había prometido en la campaña, Trump no pudo resistir la tentación de entregarse a la fiesta de la deuda. No solo endeudó al Gobierno federal americano en un trillón (millón de millones) de dólares cada uno de los cuatro años de su mandato, sino que ejerció una presión brutal sobre la Fed para que bajase los tipos a cero y practicase políticas monetarias ultraexpansivas, incluso antes de que llegase la pandemia.

Con el objetivo de "reflacionar" la economía, Trump se convirtió en el campeón del modelo de endeudamiento público apoyado por la Fed, como fórmula para revitalizar la economía. Un modelo inicialmente adoptado por Japón en los noventa, pero que, a partir de la quiebra de Lehman, fue adoptado por Europa y Estados Unidos, primero como respuesta a la crisis financiera de 2008 y más recientemente, en marzo de 2020, como respuesta a la pandemia.

La "trumponomics" ha sido, esencialmente, una política reflacionaria, les guste o no a sus seguidores y la "bidenomics" va a ser, en este aspecto, más de lo mismo, pero elevado a la máxima potencia. El modelo de monetización sin límite de la deuda no es ya discutido por nadie. La narrativa económica oficial nos dice que la combinación de estímulos monetarios y fiscales ha sido un gran éxito y que hay que seguir aplicándola sin límite. Nadie se atreve a discutir esa verdad oficial, ni siquiera los economistas más ortodoxos, que justifican una aplicación temporal y limitada de esas políticas, como respuesta obligada ante los desastrosos efectos de la pandemia.

En ese contexto, Biden ha anunciado el pasado jueves su plan de estímulos fiscales de casi dos trillones de dólares (exactamente 1,9) para combatir la pandemia. El doble de lo que venía gastando Trump cada año y más del doble del plan que inicialmente aprobó el Congreso a fines de diciembre, tras una ardua negociación entre republicanos y demócratas. Es la primera consecuencia del triunfo de los demócratas en Georgia, un triunfo que les da la mayoría en el Senado, controlando así el Congreso, el Senado y la Casa Blanca.

Biden tiene todo a su favor para continuar la política de reflación iniciada por Trump hace cuatro años, doblando la apuesta. Lo que Trump quería era elevar el ritmo de crecimiento de la economía americana hasta el 4% (recordemos que la economía americana había crecido solo un 1,7% en el 2016) y lo que Biden quiere es sacar a la economía americana de la recesión provocada por la pandemia. No puede haber mejor argumento para ofrecer como solución básica a la monetización de una deuda creciente que sirva para financiar un igualmente creciente déficit público. Las políticas económicas de Trump y Biden difieren en muchos puntos, como los impuestos, el medio ambiente, las relaciones internacionales o el gasto social. Pero ambos se aferran a la moderna teoría monetaria de que la deuda y el déficit no importan.

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