bajistas

Agosto ha empezado haciendo honor a su merecida mala fama: el Ibex encadena tres caídas y ha perdido soportes importantes y Wall Street sufrió el lunes la peor sesión del año. La devaluación del yuan por China tras los nuevos aranceles de Trump, uno de los muchos riesgos que podían materializarse, ha sido el detonante, y ahora todo el mundo se teme lo peor. Es cierto que las bolsas están en un momento muy vulnerable, y más la española, pero también hay razones para la esperanza.

Probablemente, la devaluación del yuan era una de las peores cosas que les podían pasar a los mercados, que todavía recuerdan el batacazo de hace justo cuatro años (agosto de 2015) cuando se produjo el anterior movimiento similar del Gobierno chino.

Si lo sumamos a la reactivación de la guerra comercial por parte de EEUU la semana pasada, los malos datos económicos en Alemania, las crecientes probabilidades de un Brexit duro sin acuerdo y el follón político en España, las perspectivas parecen pintar bastante negras.

Eso, sin tener en cuenta otros elementos muy relevantes, como las altísimas valoraciones alcanzadas por Wall Street -que estaba en máximos históricos-, las rebajas de estimaciones de resultados (como la que hizo ayer Citi) o las negras previsiones para la banca española con los tipos más negativos del BCE: y si caen los bancos, cae el Ibex.

Para rematar la jugada, el análisis técnico nos dice que, una vez perforado el soporte de los 8.800 puntos del Ibex, el índice español puede irse hasta el origen de la última subida, en torno a los 8.300. Y, como informó Bolsamanía, hay muchos gestores que "tienen el año hecho" con la subida del primer semestre, con lo que pueden optar por el 'catenaccio': vender a la vista de estas caídas para proteger las ganancias acumuladas y olvidarse del mercado hasta enero.

MOTIVOS PARA NO VENDERLO TODO

Entonces, ¿hay que salirse del mercado a la espera de tiempos mejores? Casi todo el mundo coincide en que vamos a tener una corrección de cierta envergadura, en especial en EEUU (aquí habíamos subido mucho menos). Pero de ahí a que nos vayamos a sufrir un desplome hay un trecho. Y hay motivos para pensar que la tempestad no será para tanto y que, tras ella, volverá la calma:

  1. Entorno político ideal: hasta las elecciones de noviembre del próximo año, en Estados Unidos la situación no puede ser más favorable para la renta variable, con el apoyo tanto del Gobierno como de la Reserva Federal (que bajará los tipos lo que sea necesario si la guerra comercial y de divisas se pone seria). Así lo creen firmas como Banca March o Ibercaja Gestión. A su juicio, en Europa la situación no es tan perfecta, pero el BCE también va a lanzar nuevos estímulos y, aunque es verdad que hemos entrado en desaceleración, estamos muy lejos de una recesión. Y lo que no hay es inflación. Por otro lado, los mercados se han acostumbrado a vivir con las incertidumbres.
  2. Hay mucho dinero esperando para entrar: el 'rally' inicial de 2019 ha sido aprovechado por un porcentaje reducido de los inversores, ya que la mayoría se salieron con el susto de Navidad. De hecho, se ha llegado a calificar como "el rally menos querido de la historia". Los que se han perdido la subida estaban desesperados por una corrección para poder entrar en el mercado (y estaban presionando a sus gestores por la rentabilidad que se les escapaba). Y eso es lo que van a tener ahora. Así que, si los que han aprovechado la subida se van a salir, los que se la han perdido van a entrar. Y son bastantes más, lo cual debería hacer que cualquier susto sea pequeño, según Tressis.
  3. No hay alternativas a la bolsa: este es uno de los argumentos estrella por el que todos los asesores y bancos privados llevan mucho tiempo recomendando la renta variable. Cada vez hay más bonos con rentabilidad negativa (es decir, en los que se pierde dinero), incluyendo los alemanes; y el americano va a ir por el mismo camino, según Pimco. Y los bancos han empezado a cobrar por los depósitos a las empresas; de momento, no pretenden cobrar a los particulares, pero si los tipos siguen bajando, no se puede descartar. Las únicas alternativas con expectativas de rentabilidad son ilíquidas, como el ladrillo o el capital riesgo.

En consecuencia, aunque a corto plazo las cosas pintan bastante feas, en general las firmas de inversión no son demasiado pesimistas -Citi mantiene su objetivo para el S&P 500 pese al menor crecimiento de los beneficios- y no esperan una catástrofe.

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