Western | “Murieron con las botas puestas”

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¿Dónde va el regimiento?” “Al infierno, o a la gloria… Depende del punto de vista“. La respuesta es de Errol Flynn interpretando al General Custer en el mítico western Murieron con las botas puestas de 1941. La gloria y el honor son los elementos vertebrales de esta biografía totalmente mitificada de George Armstrong Custer, más conocido General Custer o General de los Cabellos Largos por la comunidad india con la que se enfrentó. El formidable cómic Blueberry se inspiró, así mismo, en este personaje para dar vida al General Cabellos Rubios, uno de los personajes principales de varios de los mejores libros del teniente Mike S. Blueberry.

Tal vez el western sea el género que mejor encarne las virtudes y los defectos de Hollywood. Pero como a veces nos ponemos un poco pesados, en esta ocasión nos centraremos más en sus virtudes… El western nace inspirándose en la literatura, pero logra configurar un género genuinamente norteamericano (y cinematográfico). Su época de gloria se inicia en los años 30 y continúa hasta el western crepuscular de los años 60 y principios de los 70. En Italia, Leone y compañía se encargarían de revitalizar un género que continúa vivo gracias a las nuevas generaciones de cineastas.

Por ello, un espectador de la actualidad puede sentir cierto desagrado ante el estilo de películas como Murieron con las botas puestas. Aquí no hay sangre ni miembros amputados. Y los tiros todavía suenan “pañon, pañon”. Pero en cintas como las de Raoul Walsh late lo mejor del cine clásico de Hollywood: guiones sólidos, dominio de la narración cinematográfica, interpretes con encanto y relatos eficaces.

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Pero es que detrás de Murieron con las botas puestas estaba un tal Raoul Walsh, director con una producción inmensa, curtido en el cine silente (El ladrón de Bagdad, por ejemplo) y que, con la llegada del sonoro, facturó obras imperecederas como Al rojo vivo, Los violentos años 20, El último refugio, Objetivo: Birmania o Jornada desesperada (estas últimas, también con Errol Flynn).

En 1941, con 54 años, dirige uno de sus western más famosos. Para Murieron con las botas puestas contó con Errol Flynn. ¿Quién mejor que Errol para ser el arrogante y honorable Custer? Olivia de Havilland interpretó su mujer. De Havilland fue una de las actrices más populares de las décadas centrales del siglo XX con papeles en cintas como Lo que el viento se llevó, Nido de víboras, La carga de la brigada ligera y Robin de los bosques (estas dos también con Errol…).

Para completar el reparto, clásicos como Arthur Kennedy (Lawrance de Arabia), Charley Grapewin (Las uvas de la ira) o Anthony Quinn, del que ya hablamos en relación a la maravillosa La Strada. Quinn es el némesis de Custer, el implacable Caballo Loco de los Sioux. Ambos encarnan las virtudes viriles clásicas, y ambos se infunden un gran respeto. Pero si hay que luchar, se lucha…

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Murieron con las botas puestas relata la vida de Custer, desde su llegada a la Acamedia de West Point, en la que ya muestra sus carácter díscolo y su determinación, hasta su mítico final en Little Big Horn. La película de Walsh ofrece también buenas dosis de humor y romanticismo apoyadas en un guión sin fisuras, sin duda, la mayor virtud del Hollywood clásico. Pero el aspecto más interesante, a nuestro juicio, es el último tercio. Custer, con un pie en la locura, reflexiona sobre conceptos como la gloria y el honor con un whisky en la mano en la barra de un bar. Poco más tarde envía al infierno (o a la gloria) a su regimiento. Si hay que morir, muramos con las botas puestas.

Ni que decir tiene que el relato sobre Custer está completamente idealizado, pero esto es ficción, no un documental sobre historia. Los estadounidenses siempre se han sentido muy orgullosos (demasiado) de sus figuras históricas. Pero cuando ese orgullo deriva en obras de calidad como Murieron con las botas puestas, solo nos queda quitarnos el sombrero (pero las botas, nunca…). 

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