Una mirada a Oriente: Hierro 3 de Kim Ki-duk

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Corea del Sur se ha convertido en uno de los principales países orientales exportadores de productos cinematográficos. La poderosa industria surcoreana presente, a través de sus creaciones, en la vida cotidiana de casi todo el planeta también cuenta con un importante sector del entretenimiento. Y es que los surcoreanos, así mismo, son grandes consumidores. De ropa, tecnología o música. Y cine. Visto desde Europa, el universo de este país asiático resulta atractivo y misterioso.

Para aquellos que viváis en Madrid os recomendamos un paseo por la biblioteca del Centro Cultural Coreano en el Paseo de la Castellana nº 15. Allí podréis, entre otras cosas, investigar sobre ese género musical de nuevo cuño llamado K-Pop o visionar algunas de sus mejores películas en sus ciclos de cine. A buen seguro que una de las películas que se han podido ver este ciclo es Hierro 3. Kim Ki-duk es una de las figuras más importantes del cine oriental de las dos últimas décadas y, tal vez, sea el cineasta surcoreano más conocido en Occidente, gracias a la constante presencia de su cine en los festivales europeos y norteamericanos.

Se iniciaba en el cine a mediados de los años 90 y ponía una pica en Flandes con La Isla, una cinta atrevida y desgarradora (literalmente, también) en la que el director oriental ponía las bases de su estilo. Un estilo basado en la ausencia casi total de diálogos, la profunda simbología, los personajes solitarios y la violencia poética. Acudir a una película de este hombre supone saber de antemano que su protagonista no va a abrir la boca, al menos para emitir una palabra.

Así es Kim Ki-duk. Y así es Hierro 3, una de sus películas más celebradas en Occidente que exhibe sus grandes cualidades poéticas y narrativas. Y también muestra algunos de sus defectos (el uso de la música y el bajo nivel de sus bandas sonoras). Hierro 3 cuenta la historia de un peculiar asaltador de casas que se topa en una de sus incursiones con una mujer que no pasa por su mejor momento.

Un sutil sentido del humor y un romanticismo desatado envuelve toda la película y, a pesar de alguna irregularidad, termina conquistando al espectador en un final fascinante y original. Y también debatible.  (Pero, eso sí Kim, la última frase aclaratoria, no es necesaria…).

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