Cierto es que las películas distópicas nunca se han caracterizado por su tono amable, pero seguro que ninguna puede compararse en violencia a la cinta de Kinji Fukasaku. Y es que Battle Royale es de esas cintas que no escatiman nada en salvajismo.
En el amanecer de un nuevo milenio, el país está al borde del colapso. Millones de personas vagan sin empleo. La violencia en la escuela está descontrolada y adolescentes rebeldes protagonizan boicots masivos. El gobierno contraataca con “Battle Royale”. Cada año, una clase es escogida al azar para que se enfrente, en una isla abandonada, a un cruel juego de supervivencia.
En un mundo cerrado por derribo de construye esa obra maestra llamada Battle Royale. Cierto es que estamos ante una película trepidante y que no faltan momentos de los más gore, pero la cinta es mucho más que eso. Sutil dentro de su violencia y capaz de abordar unas cuantas cuestiones incómodas de nuestros días con una audacia fuera de lo común, Battle Royale se gana el derecho a ser recordada como una de las mejores obras del género. Vale que su festival de sangre no es fácil de encajar para cualquiera, pero es mucho más que eso. Tan brutal como trepidante.