Nicolas Cage nos recuerda por qué siempre se lo perdonamos todo con “Mandy”

Al César lo que es del César. Si corremos a darle un guantazo cada vez que la lía parda (algo bastante frecuente), toca hacer lo propio cuando se marca un pepinazo de filme. Seguramente sea el actor con mayor capacidad para facturar películas horrendas de todo Hollywood. De hecho, ya no es solo que sus cintas sean malas y cutres, sino que encima es capaz de hacer muchísimas. Pese a que todavía es capaz de dejarnos alguna joyita de vez en cuando, Nicolas Cage cada vez parece menos proclive a regalarnos películas y papeles aceptables. Dudamos seriamente que el actor tenga algún tipo de filtro a la hora de elegir sus papeles, pero tampoco vamos a negar que le encontramos cierta gracia cuando se pone al frente de argumentos como el de Mandy.

La mujer de su vida ha sido asesinada por una secta religiosa a la que se le ha ido la pinza. Por si no fuese poco con estar destrozado, encima resulta que es perseguido por ello. Así, el hombre al que dará vida Nicolas Cage optará por buscar su propia justicia y emprenderá una cacería a través del desierto impulsado por su deseo de venganza y su sed de sangre.

Cualquiera podría pensar que se trata de otro desastre de Nicolas Cage, pero nada más lejos de la realidad. Resulta que Mandy es una puñetera maravilla. Al menos eso parece después de ver a la crítica de medio mundo rendida a sus pies. Y es que este filme salvaje a más no poder luce también humor a raudales, lo que le ha servido incluso para despertar la simpatía del Festival de Cannes.

Alocada y con un estilo puramente ochentero, Nicolas Cage vuelve a demostrar que se puede esperar cualquier cosa de él. La crítica está rendida a un filme cuyo estreno esperamos como agua de mayo. Y es que Mandy no es tema menor.