Las borracheras y los colocones más grandes de la historia del cine (II)

Tras la primera edición de esta lista empapada en alcohol, vamos con nuestra segunda parte… Y atención, aun queda la tercera y definitiva…

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El Pico I y II (Eloy de la Iglesia, 1983-1984): En la segunda mitad de las 70, comienza a configurarse un género en el cine español, el denominado cine quinqui. Eloy de la Iglesia tiene una importancia fundamental en la consolidación de este tipo de películas gracias a Navajeros, Colegas y, por supuesto, las dos partes de El Pico. Tal fue el éxito del cine quinqui que Carlos Saura también lo probó con Deprisa, deprisa, cinta que recibió el Oso de Oro el Festival de Berlín de 1981.

En El Pico I y II tenemos todos los ingredientes de este tipo de historias. Maleantes, pobreza, sexo y, por supuesto, heroína. El caballo fue una droga que causó estragos en los años 80 y estas dos cintas de Eloy de la Iglesia muestran su aspecto más oscuro.

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Días sin huella (Billy Wilder, 1945): Se trata de una de las primeras películas que aborda el alcoholismo sin ningún pudor y con gran criterio estético. El director de origen austríaco, muy dotado para la comedia, demostraba que lo suyo eran palabras mayores. Wilder ya había dado en la diana con Perdición y un año más tarde colocaba una botella a Ray Milland y le filmaba durante un fin de semana.

Junto a Charles Bracket con el que escribió varias de sus mejores películas, Wilder teje una historia sencilla, con poco decorados y actores, pero ofreciendo un brutal análisis de un alcohólico. Recibió 4 Oscars (película, director, actor y guión adaptado). Imprescindible.

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Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994): “Esto es la hostia”, dice la buena de Uma Thurman tras hacer una pasadita por el baño. Es una de las confusiones con estupefacientes más famosas de la historia del cine. El personaje de Thurman se pasa de la raya sin saber realmente lo que se está metiendo.

Tarantino se asesoró concienzudamente para rodar todas las escenas de drogas de esta película para lo que contactó con su amigo ( y experto en la materia) Craig Hamann que se encargó de indicar a Uma Thurman y Travolta cómo debían actuar. Sin embargo, en la famosa escena de la reanimación, Tarantino se tomó alguna licencia para crear un mayor impacto en el espectador. Y vaya si lo hizo.

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Miedo y asco en Las Vegas (Terry Gilliam, 1998): Tal vez sea una de las cintas con mayor catálogo de drogas. Tal era el nivel de los colocones que se pillaban Johnny Depp y su abogado Benificio del Toro que terminó por hastiar a algunos espectadores. Pero el estilo de Gilliam es así y no dudó en aplicar todo su complejo imaginario a este extraño viaje de un periodista a cubrir una carrera en el desierto de Nevada.

Marihuana, anfetaminas, alucinógenos, peyote, éterLa maleta de Johnny Depp llevaba un poco de todo. Nada más aterrizar en Las Vegas comienzan las primeras alucinaciones y la cosa se pone fea. ¿Muere alguien al final? Comedia histriónica donde las haya, a la postre se ha convertido en un rara avis del cine de Hollywood.

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Easy Rider (Dennis Hopper, 1969): Hasta ahora hemos visto películas en las que aparecen casi todas las drogas existentes. Pero falta una que marcó la segunda mitad de los 60 en la Costa Este norteamericana: el LSD (o elesdé, como diría Santiago Segura en El Día de la Bestia).  Tras las investigaciones de Leary y compañía el ácido corrió como la pólvora entre hippies de San Francisco y alrededores. La comunidad artística (cine y música, especialmente) abrazó al nueva droga como una forma de ampliar la consciencia.

En una fiesta a mediados de los 60, Peter Fonda le repitió varias veces a John Lennon “yo sé lo que es estar muerto”. Aquella frase terminó en una canción de los Beatles y Fonda terminó haciendo Easy Rider con Dennis Hopper y Jack Nicholson. Es una de las road-movies más famosas de la historia. Y aunque artísticamente no aporta gran cosa, trata de llevar a la pantalla un viaje de LSD. Fonda y compañía sabían de lo que hablaban…