Hablando de “Regresión”…

8

Alejandro Amenábar es un grande. Cualquier palabra que se dedique al responsable de “Tesis”, “Abre los Ojos” o “Los Otros” debe surgir desde el respeto a una figura tan relevante para el cine patrio. Hace casi dos décadas, un joven director irrumpía en nuestro panorama cinematográfico con una propuesta absolutamente arriesgada e inédita en nuestro país. “Tesis” nos llevaba a un mundo que parecía vetado para el cineasta nacional, como era el thriller psicológico. Amenábar demostraba a las legiones de detractores del cine español que aquí se puede hacer de todo, y bien.

Mucho tiempo ha pasado desde aquellos días. Las fronteras de nuestra industria se han abierto y nuestro cine goza ahora de buena salud. Así, en nuestro progresivo proceso de la búsqueda de una identidad propia aterrizaba en nuestras pantallas “Regresión”, la cinta con la que Amenábar volvía a su zona de confort tras el moderado fracaso que supuso “Ágora”. Muchas eran las expectativas alrededor del filme, lo que se traducía en largas colas en los cines para disfrutar de la nueva creación del hombre que nunca nos falla. Pero las caras a la salida de las salas no eran tan amables como a la entrada.

No es que “Regresión” sea mala. Para nada. Amenábar es un hombre con oficio y maestro en el arte de la creación de climas. El problema es que nuestro director más especial ha hecho una película usual. Nada sorprende en un filme que promete llevarte a lugares terribles desde el primer minuto. La particular visión de la sociedad de riesgo y de los temores más arraigados del ser humano auguran un camino trepidante hasta el lado más oscuro del mundo. La mezcla de terror y thriller se queda en un decepcionante limbo en el que la humanidad, para bien y para mal, brilla por su ausencia.

9

En definitiva, “Regresión” es como si, al final de “Los Otros” todo se hubiese debido al ruido de unas cañerías en mal estado, solucionado con una llamada al fontanero de Nicole Kidman. Es preparar el mentón para encajar un duro golpe que se queda en amago. Es, en definitiva, el trabajo menos lucido de un director que sigue conservando nuestra plena confianza. Hasta Spielberg tiene películas flojas…