El cinéfilo indignado: Le he cogido manía a “Juego de Tronos”

22

Más que “cinéfilos”, hoy nos ponemos “seriéfilos”. El objetivo de nuestros dardos no es otro que la popular serie de la HBO, “Juego de Tronos”. Si, si. La misma que ha logrado volver locos a millones de espectadores en todo el mundo. Esa que es todo un espectáculo visual, con sus dragones, sus desnudos, su punto de gore, sus intrigas palaciegas… Esa misma a la que le he cogido manía.

Cubierta la parte irracional, es el momento de explicarnos de forma más cuidadosa. Pocas dudas caben de que estamos ante una de las series más atractivas de la televisión de los últimos años. Al igual que los sensacionales libros de George R.R. Martin, la serie ha logrado convertirse en todo un fenómeno. El problema es que, poco a poco, se ha ido desviando de la idea y el espíritu inicial. En su sensacional primera temporada, “Juego de Tronos” nos presentaba un mundo seductor. Con varios frentes narrativos hábilmente desarrollados, la serie nos transportaba por un mundo nuevo en el que la trama nos atrapaba de forma irremediable. A todo ello había que añadir una puesta en escena tan arriesgada, como sutil. No había ningún problema en mezclar momentos de enorme erotismo con la más cruel de las violencias. Pero tampoco se escatimaba en instantes tan brillantes como la presentación del temible Tywin Lannister, en la cual nos encontrábamos al hombre desollando un venado. Todo estaba sujeto a la idea de contar una historia de la forma más adecuada posible. Un milagro narrativo, vamos.

23

El problema es que eso no era suficiente. La gente empezaba a hablar de la serie. “Hay desnudos, violencia, sorpresas…” Esas frases iban llegando a oídos de sus creadores que, lejos de entender que el aplauso del público era a un todo, creyeron que la gente solo quería ver eso. Entonces, poco a poco, el sexo se volvió gratuito en su mayor parte. No es que al aquí firmante le disguste eso de ver pechos al aire, pero tan rica es la trama que el contenido sexual podría reducirse a niveles de las primeras temporadas. volver a un tiempo en el que las dosis de erotismo eran las narradas por George R.R. Martin. Cuando se abusa de un efecto, tiende a caerse en la vulgaridad. Pierde su sentido. Algo parecido a lo que ocurre con una violencia física y emocional que rompió la línea de la crueldad hace demasiado tiempo. La explicitud que abanderaba la serie es algo que quedó dos o tres escalones por debajo. Quienes recuerden la dolorosa decapitación con la que se cerraba la primera temporada, no olvidarán que no fue necesario ver como se separaba la cabeza del tronco para que la escena lanzase una descarga eléctrica en nuestras sienes.

Así las cosas, el interés del aquí firmante por una serie cuyos libros adora, ha ido decreciendo. No es pataleta de purista literario. Es una mera cuestión de pereza ante lo que un día era virtud, pero que el abuso y la reiteración han convertido en defecto. Es cierto que tampoco ayuda eso de adelantar situaciones que todavía no han llegado a las líneas de los libros. En cualquier caso, no dejan de ser las reflexiones subjetivas de un servidor. Al menos, Tyrion Lannister sigue molando como el primer día.