Cuando Scorsese llegó a lo más alto en “Toro Salvaje”

En el año 1980, uno de los directores más brillantes del planeta firmaba su gran obra, lo que no es poco decir si tenemos en cuenta que a los mandos del aparato se encuentra Martin Scorsese. Tras dirigir Taxi Driver y antes de rodar Uno de los nuestros, el bueno de Martin se sacaba de la manga esta obra lírica, cruel crónica del descenso a los infiernos de todo un campeón con Toro Salvaje. El retrato más salvaje y solitario de la derrota. Para ello, Robert De Niro componía al personaje más poderoso de su carrera. Su interpretación de Jake LaMotta pasará a la historia del cine como una de las más grandes. Los casi treinta kilos engordados para el papel, otorgaban a De Niro la apariencia decrépita mostrada por el propio Jake en la vida real tras abandonar los cuadriláteros. Secundado brillantemente por Joe Pesci, la neurosis del protagonista desatada paulatinamente a lo largo del filme convertían a Toro Salvaje en cinta de obligado visionado y garantizado disfrute.

El joven boxeador Jake LaMotta (Robert de Niro) sueña con convertirse en el campeón de los pesos medios. Para lograrlo, Jake se entrena afanosamente junto a su hermano y mánager Joey (Joe Pesci). Pero su obsesión por convertirse en el mejor, unido a la frustración de no poder llegar a ser campeón de pesos pesados consume día a día al boxeador. La violencia de Jake trasciende el ring, de forma que en su vida cotidiana es incapaz de controlar su furia. Su falta de seguridad y autoestima suponen un lastre en su vida.

El éxito, lejos de ayudar a equilibrar las emociones y actitudes del campeón, viene a acentuar más su descontrol. El propio Joey es víctima de su enfermizo carácter y celos de su hermano, su matrimonio se resiente dada la asiduidad de Jake a las salidas nocturnas con otras mujeres e incluso tiene problemas con la mafia, que le presiona para que amañe combates. Pese al éxito en los rings, la vida de Jake La Motta es una sucesión de derrotas.

Jake LaMotta: “Den un escenario a este toro donde pueda mostrar su bravura,
                        pues aunque lo mío es pelear, más me gustaría saber recitar. ¡Esto es espectáculo!”         

Rodada en blanco y negro, la película se convierte en una poesía compuesta a base de palabras malsonantes. Tan oscura y cruda, como hermosa. Todos los mecanismos encajan suavemente para hacer avanzar este violento retrato de un boxeador que encuentra en si mismo al oponente más difícil.

En un momento dado, Jake LaMotta se deje ganar en un combate por cuestiones de apuestas. LaMotta llega abatido a los vestuarios, se sienta en la camilla, su entrenador le mira y ambos rompen a llorar desconsoladamente. Ambos saben que su orgullo y dignidad han sufrido el puñetazo más duros de sus carreras. Eso es Toro Salvaje, la obra más brillante del maestro Marty.