Crítica: “Snowpiercer”

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Nota: 7

Cojan una hoja de papel de color blanco y de tamaño folio. Dóblenla por la mitad. El cuerpo que obtengan dóblenlo de nuevo por la mitad y repitan la operación sucesivamente hasta reducir a su mínima expresión la hoja inicial. Lo que tienen entre manos, pese a parecerse poco al cuerpo original es la hoja de papel. Ultraconcetrada y manchada por la manipulación, pero papel. Eso, sencillamente es “Snowpiercer”. La reducción de la población mundial a su mínima expresión da como resultado una apariencia curiosa, dado que los últimos restos de la humanidad se encuentran a bordo de un tren. Es una apariencia distinta a la que conocíamos y es más sucia de lo que estamos acostumbrados a ver, pero es la misma sociedad, los mismos tipos de personas y el mismo funcionamiento.

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Para paliar el calentamiento global, un fallido experimento puesto en marcha por todos los estados del mundo acaba por congelar toda la superficie del planeta, haciendo imposible la vida humana. Los únicos supervivientes son los pasajeros de “Snowpiercer”, un tren que lleva diecisiete años en constante movimiento. Adaptando la novela gráfica francesa “Le Trasperceneige”, el director surcoreano Bong Joon-ho afronta su proyecto más ambicioso tras haber alcanzado la excelencia gracias a su última obra “Mother” (2008), con un resultado de lo más agradable. Esa inmensa metáfora de la sociedad plasmada con un tren en el que los vagones de cabeza son puro lujo, mientras que los vagones de cola son auténticos tugurios donde malviven las clases bajas no es muy sutil, pero si efectiva. Ni capitalismo, ni comunismo, ni feudalismo. “Snowpiercer” no habla de ningún orden social, político o económico. “Snowpiercer” habla de los seres humanos, de cómo han actuado siempre y de cómo actúan en cualquier clase de contexto. Si, amigos. Lamentablemente el mundo es un lugar demasiado fácil de entender. Todo sistema funciona igual: estás arriba o abajo

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Dejando a un lado las lagunas que de por si plantea la idea inicial de un tren dando vueltas constantemente alrededor del mundo (¿No podía hacer un trayecto más corto y así evitar la obvia acumulación de nieve en las vías que debería provocar su descarrilamiento?¿Cómo es posible el suministro alimenticio a centenares de pasajeros?) el ejercicio estilístico del filme resulta impecable al más puro estilo “escuela surcoreana”. Con una puesta en escena propia de aquellas latitudes, esa pequeña sociedad artificial creada en el tren resulta tan hipnótica como enfermiza.

8

Pocas cosas se resisten al ímpetu del poderoso “rompenieves”, pero una de ellas es que a medida que avanza la revolución liderada por Chris Evans y nos acercamos a la cabeza del vehículo, el interés decae y la trama se hace menos creíble. Este factor, unido al hecho de que el viaje de más de dos horas se hace excesivamente largo es lo que convierten a “Snowpiercer” en una buena película, pero no en una maravilla.

Héctor Fernández Cachón

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  1. Juan febrero 14, 2016