Crítica: “En los 90”

Nota: 9

Te levantas tarde, desayunas en el sofá, juegas un rato con tus Playmobil… Todo ello con cero preocupaciones y a mesa puesta. La vida es increíble hasta que un día haces un gesto que lo cambia todo. Después de algo más de una década mirando al suelo te da por levantar la vista en dirección a la ventana. Lo que espera abajo no es un amigo con un balón debajo del brazo y un bocadillo de Nocilla en la mano, si no un hijo de mil madres llamado “adolescencia”.

¿Os acordáis de la niña de Del Revés y sus cinco emociones? Pus con eso va tirando el protagonista de En los 90 hasta que la edad del pavo empieza a mezclarlo todo y pone en la mesa su atroz lista de exigencias. A partir de ahí quieres empezar a sentir que formas parte de algo importante. Para colmo, las ansias de ser adulto chocan frontalmente con un cerebro inadecuado para la empresa y un cuerpo poco apto. Pocas veces en tu vida serás más encantadoramente gilipollas que en tu adolescencia y eso lo sabe muy bien Jonah Hill.

El primer paso en la carrera de Hill fue convencernos de que era más que un actor gordito y simpático. El lobo de Wall Street, Moneyball o Maniac sirvieron para romper la primera barrera. La segunda también acaba de saltar por los aires, ya que ha demostrado ser un guionista sensible y un director de los que se la juegan. Pocos retratos tan interesantes del salto a la edad adulta pueden encontrarse. En los 90 conmueve por su honestidad. ¿Hay algo más arriesgado que decir la verdad?

Un torbellino de emociones es lo que vivimos en compañía del jovencito Stevie, interpretado de forma brutal por Sunny Suljic. No es poco lo que se evoca al ver al chaval descubriendo que no hay dragones al otro lado de la puerta del jardín. En los 90… ¡Menudo payaso era un servidor en los 90! Irresistible película.

Héctor Fernández Cachón