Crítica “En la mente del asesino”: El DVD de la semana

Si hablamos de “En la mente del asesino” es probable que su primer impulso sea pensar que se trata de un thriller de esos que se ruedan como churros, de calidad baja o muy baja y que tiene un título lamentable que probablemente en nada se parezca al original. Vaya por delante que están ustedes en lo cierto: Lo tres extremos se cumplen. Pero quedémonos con la cuestión del título. El original es “Alex Cross”. Seguro que les suena el nombre, ya que así se llama el protagonista de una serie de novelas de dudosa calidad, escritas por James Patterson. Efectivamente es una adaptación literaria de las aventuras del exmiembro del FBI Alex Cross, llevado al cine con anterioridad en “La hora de la araña” y “El coleccionista de amantes”, donde las interpretaciones de Morgan Freeman salvaban los muebles. Se suele decir que, salvo contadas excepciones, las películas son peores que los libros en que se basan, de modo que si el libro es ya malo, imagínense el filme.

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El valiente que se pone tras las cámaras es nuestro “casi querido” Rob Cohen, autor de cintas como “A todo gas”, “Dragonheart” o “Pánico en el túnel”. Todas ellas películas “casi” buenas y que casi llegan a éxito. Al Cesar lo que es del Cesar: valor le sobra. El material de partida que se le presenta pondría los pelos de punta al mismísimo Uwe Boll (probablemente el peor director de la actualidad al que, por alguna extraña razón se le siguen permitiendo hacer películas como “House of the dead” o “En el nombre del rey”). Aun así, Cohen no arroja la toalla. Cree en si mismo. Cree que su gran película todavía está por llegar, pero no será esta.

Lo que ocurre es que se produce un efecto dominó entre guión, dirección, interpretación y edición. Al libreto no vamos a darle mucho más de lo ya hecho. Ustedes mismos descubrirán, si son de los pocos que deciden hacerse con la cinta (ha sido un fracaso en cines y lo será también en DVD)lo absurdo de una docena de situaciones tan poco creíbles, como fallidas en su intención de crear suspense. No ayuda a salvar el mencionado suspense el tono de la obra, ni el montaje de esas situaciones. A todo realizador, logre o no un buen resultado con su obra, hay que exigirle como mínimo un estilo, un tono propio y fidelidad a una estética. Este es el otro gran lastre del la cinta: la falta de identidad. Si no salvas el resultado, salva tu honor, Rob.

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Llegados a este punto, poco pueden hacer ya los actores para reflotar el producto. Eso les salva. La película no es buena y el espectador no se preocupa mucho de ellos. Tienen esa suerte, porque de fijarse en Tyler Perry (lejos de sus registros habituales) y Matthew Fox (dentro de sus desafortunados registros habituales en el cine) habrían sentenciado a ambos intérpretes de por vida. Si es cierto que el primero cambia a un registro serio, alejado de sus comedias habituales y que Fox se mete a villano para variar un poco. Ambos rompen la fina línea que separa “valentía” de “temeridad”. Intentemos olvidar sus trabajos y démosles otra oportunidad.

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Ustedes verán. Si después de esto todavía se atreven a plantar en su DVD una copia de esta infame obra, no podrán decir que no les avisé. Se preguntarán ustedes por el motivo que ha llevado al aquí firmante a dedicar este espacio a una cinta tan pobre. Esta semana centramos parte de nuestra atención en el DVD de “En la mente del asesino” con la clara creencia de que la medicina preventiva es la que salva más vidas. Ahora la verán ustedes y les gustará. Si es el caso, mi más sincera enhorabuena ya que son ustedes unas personas excelentes.

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