Crítica de “Argo”

Argo

“Argo” es un retrato tenso y dramático de uno de los sucesos más vergonzantes de toda la historia de los Estados Unidos.  Desde la fundación del país norteamericano (allá en el siglo XVIII) hasta ahora, en muy pocos momentos se consideró tan vulnerada la honorabilidad de los Estados Unidos como en 1979. Pongámonos en perspectiva: varios años después del mayor desastre bélico de la historia del país, la Guerra de Vietnam, una turba de iraníes islamistas asalta la embajada norteamericana en Teherán y secuestra a 50 ciudadanos estadounidenses. A pesar de que la CIA (como un poco más adelante la película muestra) desoyó los rumores sobre la crisis que se avecinaba (y que, efectivamente, se avecinó), Irán estalló en revolución contra el Sha Pahlavi (désposta y monigote de occidente, todo hay que decirlo), que gobernaba el país desde hacía más de treinta años con mano de hierro, envuelto en un halo de excentricidad y opulencia, y oprimiendo a la mayoría chií (e islámica tradicional) del país.

Una revolución en el peor momento

Los primeros instantes del metraje de la película, y con una curiosa sucesión de dibujos o “story boards”, sitúan al espectador de una forma muy acertada en este difícil momento histórico mundial. Recordemos que, allá por 1979, la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraba más caliente que nunca, y en una situación que nunca antes este conflicto ficticio había vivido: por primera vez (en la segunda mitad de la década de los setenta) la URSS parecía aventajar a los Estados Unidos en esa alocada carrera por la supremacía mundial (luego les llegaría a los soviéticos el desastre de Afganistán, “su Vietnam”, cuya guerra comienza de forma contemporánea a los hechos que “Argo” narra, y las tornas se igualarían).

Los Estados Unidos, con Jimmy Carter como desafortunado presidente (probablemente el de peor recuerdo en la historia del país), se vieron incapaces, por primera vez , de combatir la sangrante vulnerabilidad que de su propio suelo se hizo (recordemos que cualquier embajada estadounidense en el exterior es territorio de EEUU), y aquí entra “Argo” en situación: centrándose no en el drama de los cincuenta norteamericanos secuestrados dentro de la embajada (que veremos si acaso en un par de escenas sueltas en toda la película) sino en aquellos seis afortunados (o no tan afortunados) que pudieron escapar de la embajada y refugiarse en territorio canadiense; es decir, en la embajada de Canadá en Irán.

Un rescate de ciencia-ficción

La CIA, a sabiendas de que tiene posibilidades de rescatar a este reducido grupo de incógnito, cuyo paradero aún no conocen las masas islamistas que gritan y alaban a todas horas al Ayatolá Jomeini, encarga a Tony Mendez (Ben Affleck), un agente de la CIA experto en rescates, que invente un modo de poder sacar a estas seis personas de Irán. Y Mendez urde una estratagema que, de primeras, parece prácticamente imposible que aquello sucediera de veras: crear una producción cinematográfica ficticia, “Argo”, al estilo de Star Wars (tan de moda por aquellos años), y pretende viajar con un equipo de rodaje a Irán en busca de exteriores para situar su película.

Argo

Ben Affleck y el televisivo Bryan Cranston como agentes de la CIA encargados del rescate de los seis.

Tras un entretenido repaso a los entresijos que Hollywood utiliza para montar una película, Mendez viaja a Irán como avanzadilla de un grupo de rodaje “que debe llegar mañana desde Canadá”, aunque realmente ya se encuentran en el país, aunque nadie en el país lo sabe.

Comienza entonces la auténtica “Argo” la que todo el espectador espera desde que comenzó la película. Ben Affleck dirige de manera muy efectiva un film que pasa por diferentes fases: la primera, la del asalto a la embajada norteamericana, una segunda, donde la CIA urde el plan para el rescate, y donde Mendez se las gasta el sólo para montar una superproducción de Ciencia-ficción en apenas unas semanas (y con la ayuda de varios productores de Hollywood); y una tercera, donde la película entra en materia:el rescate en suelo iraní.

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Tal y como si de agentes de espionaje se tratara, los seis protagonistas deben memorizar a toda velocidad sus nuevas identidades, relacionadas con el mundo del cine.

Hasta entonces, “Argo” pasaba por un tenso divertimento hollywoodiense (en el más verdadero sentido del término), pero alcanza en esta fase última una tensión narrativa abismal, en donde, a pesar de que la historia dice que el rescate salió bien, uno incluso cree que puede acabar saliendo mal. “Argo” es una película que funciona como un reloj suizo, encajando a la perfección cada pieza. El suspense está realmente conseguido, el humor (en torno a la farsa de Hollywood) también, y las escenas de acción, quizá donde el film podía desfallecer, están conseguidas con una maestría difícil de creer en un actor-director para quien “Argo” es sólo su tercera producción detrás de las cámaras. A destacar un muy conseguido y esmerado grupo de actores entre los que precisamente Ben Affleck no parece estar a la altura (con un papel algo soso y simplón, para mi gusto). Pero ello se diluye y el recuerdo que te queda es de una “Argo” trepidante al final, que te hará gritar o incluso llorar si eres de lágrima fácil. La favorita para los Óscar, a mi parecer, tras haber triunfado en los Bafta.

3 Comments

  1. Agustina Vergara Crespo febrero 25, 2013
    • José Antonio febrero 28, 2013
  2. Pia Torres octubre 29, 2014