Crítica: “50 Sombras de Grey”

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Nota: 4,5

Pues aquí está “50 sombras de Grey”, Después de el revuelo causado por unas novelas que se convertían en fenómeno de masas, la adaptación cinematográfica de la misma llegaba con la intención de hacer arder,en todos los sentidos las taquillas de medio mundo. Decenas de miles de personas compraban su entrada con semanas de antelación para saciar su apetito de Anastasia Steele y Christian Grey cuanto antes. Los millones de lectores que se dejaban seducir por las líneas de la novela de E.L. James esperaban el día con impaciencia. Al parecer el material de partida de la película eran las morbosas líneas protagonizadas por una inocente chica y un atractivo millonario aficionado a las prácticas sexuales más “salvajes”. En ese contexto, el aquí firmante se sentaba ante la pantalla de cine sin el conocimiento de haber leído la novela, pero con la esperanza de vivir una experiencia de cierta intensidad erótica y un aire transgresor. El problema es que, acabada la proyección, todavía no hay nada de ese erotismo o de la ardiente latencia esperada.

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“50 sombras de Grey” es un pastel. Vaya por delante que un pastel bien cocinado siempre es apetitoso, pero que la película que iba a escandalizarnos sea una ñoña película romántica deja un importante tufo a decepción. Si esto fue lo que ruborizó a sus millones de lectores, cabe pensar que el mundo vive serios problemas de autorrepresión sexual. “50 sombras de Grey” resulta una absoluta oda al “mojigatismo”. Cuatro esposas y un par de cuerdas 32componen el balance de un filme que confunde la palabra “sexo” con “erotismo”, “sensualidad” o “morbo”.

Sam Taylor-Johnson y Universal tenían claro lo que quería construir. Su intención no era escandalizar o sacar nuestro lado más oscuro, sino conseguir un poderoso éxito comercial aprovechando un título que, de por si, ya iba a vender una ingente cantidad de entradas. Cuanto mayor fuese el target, mejor. Por eso, qué mejor que una simple historia de amor. Dakota Johnson y Jamie Dornan pasan buenos ratos de la cinta en la cama y en la famosa “habitación roja”, pero no se desean. No hay pasión en sus miradas y delirio en sus gestos. No hay frenesí en sus movimientos ni arrebato en sus caricias. En sus cuerpos no hay ni rastro del sudor que debería recorrerles la espalda.

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Cuando se es capaz de dejar a un lado cualquier juicio prematuro sobre lo que cabría encontrarse, “50 sombras de Grey” puede afrontarse como una cinta convencional. Es en ese punto cuando se puede encontrar algunas bondades en un filme que, desgraciadamente también va perdiendo ritmo hasta volverse soporíferamente previsible. Ni una Dakota Johnson aceptable es capaz de sobreponerse al Christian Grey del título, ya que Jamie Dornan será un tipo escultural, pero tiene menos gracia que un pan sin sal.

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No sabemos qué pensaran los lectores de la novela sobre la adaptación cinematográfica. Resulta lógico presuponer que si han seducido a tanta gente, las páginas de E.L. James tendrán algo más de miga que lo que ha llegado a nuestras salas. Por alguna razón, suponemos que Sam Taylor-Johnson ha apostado solo por un par de las sombras de Grey. De las otras 48, ni rastro.

Héctor Fernández Cachón

@HectorFCachontwitter3

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