Rusia frente a la OTAN: Como hemos llegado hasta aquí

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Capitalbolsa | 27 ene, 2022 16:45 - Actualizado: 09:45
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Para comprender la actual crisis geopolítica entre la OTAN y Rusia y las consecuencias que podrían derivarse, es necesario entender los antecedentes a dicha crisis y las repercusiones que una escalada de tensión supondría en el orden energético global y por ende en la economía.

DOS FECHAS CLAVE: FEBRERO DE 1990 Y DE 2007

En febrero de 2007 Vladimir Putin pronunció un discurso durante la conferencia de seguridad anual que se celebra en Múnich. Fue descrito por la prensa local rusa con exaltaciones y elogios patrióticos de tintes históricos. Para muchos analistas geopolíticos dicho discurso se convirtió en el primer conato de enfrentamiento entre Rusia y la OTAN después de la guerra fría. Putin hizo referencia a una promesa que se hizo a Rusia, mediante la cual la OTAN, con posterioridad a la reunificación alemana de 1990, no expandiría su área de influencia hacia el este de Europa.

La realidad es que no existen acuerdos vinculantes firmados sino conversaciones informales en febrero de 1990 (que se hicieron públicas) en las que James Baker, secretario de estado norteamericano, comento a Mikhail Gorbachev, primer ministro ruso, que “no habría extensiones de la jurisdicción de la OTAN hacia el este de ni una pulgada”.

El discurso de Putin en 2007 fue una declaración de intenciones: en 2008 las fuerzas rusas invadieron la región georgiana de Osetia del Sur (y siguen dos de sus provincias), en 2014 invadieron el este de Ucrania anexionando Crimea y en 2015 apoyaron militarmente el régimen sirio perpetrando el régimen de Bashar al-Asad.

¿INTERVENCIÓN MILITAR O PROGRAMA DE SANCIONES?

Ucrania no pertenece a la OTAN. Ni siquiera está su candidatura presentada como tal mediante el plan de acción para la membresía (MAP). Para aspirar a ella debería acometer una serie de reformas que le llevaría años y no ha habido progresos en esa dirección desde la propuesta de entrada en 2008 promovida por EE. UU. Pensar, por tanto, en una intervención militar de la OTAN sobre el terreno ucraniano es a juicio de muchos analistas descabellado y carente de lógica.

La realidad palpable es que el único arma del que dispone occidente para frenar aspiraciones bélicas rusas se reduce a sanciones y amenazas. Ya hemos vivido la discutible efectividad de sanciones recurrentes sobre activos y cuentas bancarias extranjeras de políticos, empresarios y oligarcas rusos. Sanciones a entidades financieras y multinacionales rusas. Amenazas sobre la desconexión de los bancos rusos del sistema de pagos internacionales Swift (necesarios para el pago europeo del gas importado), amenazas de sanciones sobre las exportaciones de gas y petróleo u otras materias primas que aislarían a la economía rusa. Amenazas que, al no poderse cumplir de una manera categórica, carecen de valor en una negociación alrededor de una mesa.

Durante los años de la Guerra Fría y conflictos de Georgia y Crimea, Rusia jamás ha dejado de suministrar gas a Europa. Las amenazas han caído en saco roto. Si controlas una tercera parte del suministro de gas europeo tienes un póker de ases en la mano. Por otro lado, Rusia ha tenido siempre interés en mostrar una intachable reputación como suministrador permanente de gas. Aunque el gas ruso no tiene sustitutivo a día de hoy, la mera percepción de riesgo en el suministro provocaría que Europa pudiera acometer inversiones a largo plazo para sustituir de proveedor, algo que no interesa a las multinacionales rusas controladas por el estado. A corto plazo, el coste energético en Europa de un corte es algo fuera de toda cuestión, ya que las consecuencias serían catastróficas.

¿CÓMO SUMINISTRA RUSIA GAS A EUROPA?

El mayor volumen de importación de gas por parte de Europa (40.000 millones de metros cúbicos) atraviesa territorio ucraniano. A través de dicho gasoducto se transporta un tercio del consumo europeo y el 50% del consumo alemán.

En 2015 y pese a la oposición de Estados Unidos, Reino Unido, Ucrania y varios estados miembros de la UE, se comenzaron las obras del Nord Stream 2. Un gasoducto submarino de 1.200 km cuya construcción se completó en septiembre de 2021 y está a la espera de aprobación final para empezar a operar. Dicho gasoducto, que supuso una inversión de 11.000 millones de dólares, conecta marítimamente Rusia con el norte de Alemania. Fue considerado por muchos países como una amenaza que aumentaría aún más la influencia de Moscú en Europa. Dicho gasoducto cuenta con una capacidad anual de suministro de 55 millones de metros cúbicos de gas.

Si durante el conflicto actual se produjera algún tipo de interrupción del suministro de gas que atraviesa terreno ucraniano, Gazprom, actualmente exportador monopolístico ruso, podría derivar hasta un 50% de dicho suministro a través de los gasoductos que cruzan Bielorrusia y Polonia. El 50% restante tendría que venir suministrado por compras abiertas en los mercados internacionales. Y esto impactaría de una manera sin precedentes a los precios del gas. Hay que mencionar igualmente que el trasporte a través de Bielorrusia a través del gasoducto Yamal tampoco está garantizado dadas las tensas relaciones que mantiene su presidente Alexander Lukashenko con las UE, después de las sanciones impuestas por esta última, derivadas de la crisis migratoria del pasado noviembre.

De cumplirse el encaje de este puzzle y la concatenación de acontecimientos berlanguianos descritos, no sería de extrañar que, ante una escalada de precios del suministro del gas sin precedentes, con consecuencias económicas y sociales que afectarían el ahorro del consumidor europeo, se precipitara la aprobación de la puesta en funcionamiento del Nord Stream

CONSECUENCIAS SOBRE EL PRECIO DEL PETRÓLEO

TRIBUNA de Jacobo Arteaga Fierro, consejero delegado de BrightGate Capital.

Para comprender la actual crisis geopolítica entre la OTAN y Rusia y las consecuencias que podrían derivarse, es necesario entender los antecedentes a dicha crisis y las repercusiones que una escalada de tensión supondría en el orden energético global y por ende en la economía.

DOS FECHAS CLAVE: FEBRERO DE 1990 Y DE 2007

En febrero de 2007 Vladimir Putin pronunció un discurso durante la conferencia de seguridad anual que se celebra en Múnich. Fue descrito por la prensa local rusa con exaltaciones y elogios patrióticos de tintes históricos. Para muchos analistas geopolíticos dicho discurso se convirtió en el primer conato de enfrentamiento entre Rusia y la OTAN después de la guerra fría. Putin hizo referencia a una promesa que se hizo a Rusia, mediante la cual la OTAN, con posterioridad a la reunificación alemana de 1990, no expandiría su área de influencia hacia el este de Europa.

La realidad es que no existen acuerdos vinculantes firmados sino conversaciones informales en febrero de 1990 (que se hicieron públicas) en las que James Baker, secretario de estado norteamericano, comento a Mikhail Gorbachev, primer ministro ruso, que “no habría extensiones de la jurisdicción de la OTAN hacia el este de ni una pulgada”.

El discurso de Putin en 2007 fue una declaración de intenciones: en 2008 las fuerzas rusas invadieron la región georgiana de Osetia del Sur (y siguen dos de sus provincias), en 2014 invadieron el este de Ucrania anexionando Crimea y en 2015 apoyaron militarmente el régimen sirio perpetrando el régimen de Bashar al-Asad.

¿INTERVENCIÓN MILITAR O PROGRAMA DE SANCIONES?

Ucrania no pertenece a la OTAN. Ni siquiera está su candidatura presentada como tal mediante el plan de acción para la membresía (MAP). Para aspirar a ella debería acometer una serie de reformas que le llevaría años y no ha habido progresos en esa dirección desde la propuesta de entrada en 2008 promovida por EE. UU. Pensar, por tanto, en una intervención militar de la OTAN sobre el terreno ucraniano es a juicio de muchos analistas descabellado y carente de lógica.

La realidad palpable es que el único arma del que dispone occidente para frenar aspiraciones bélicas rusas se reduce a sanciones y amenazas. Ya hemos vivido la discutible efectividad de sanciones recurrentes sobre activos y cuentas bancarias extranjeras de políticos, empresarios y oligarcas rusos. Sanciones a entidades financieras y multinacionales rusas. Amenazas sobre la desconexión de los bancos rusos del sistema de pagos internacionales Swift (necesarios para el pago europeo del gas importado), amenazas de sanciones sobre las exportaciones de gas y petróleo u otras materias primas que aislarían a la economía rusa. Amenazas que, al no poderse cumplir de una manera categórica, carecen de valor en una negociación alrededor de una mesa.

Durante los años de la Guerra Fría y conflictos de Georgia y Crimea, Rusia jamás ha dejado de suministrar gas a Europa. Las amenazas han caído en saco roto. Si controlas una tercera parte del suministro de gas europeo tienes un póker de ases en la mano. Por otro lado, Rusia ha tenido siempre interés en mostrar una intachable reputación como suministrador permanente de gas. Aunque el gas ruso no tiene sustitutivo a día de hoy, la mera percepción de riesgo en el suministro provocaría que Europa pudiera acometer inversiones a largo plazo para sustituir de proveedor, algo que no interesa a las multinacionales rusas controladas por el estado. A corto plazo, el coste energético en Europa de un corte es algo fuera de toda cuestión, ya que las consecuencias serían catastróficas.

¿CÓMO SUMINISTRA RUSIA GAS A EUROPA?

El mayor volumen de importación de gas por parte de Europa (40.000 millones de metros cúbicos) atraviesa territorio ucraniano. A través de dicho gasoducto se transporta un tercio del consumo europeo y el 50% del consumo alemán.

En 2015 y pese a la oposición de Estados Unidos, Reino Unido, Ucrania y varios estados miembros de la UE, se comenzaron las obras del Nord Stream 2. Un gasoducto submarino de 1.200 km cuya construcción se completó en septiembre de 2021 y está a la espera de aprobación final para empezar a operar. Dicho gasoducto, que supuso una inversión de 11.000 millones de dólares, conecta marítimamente Rusia con el norte de Alemania. Fue considerado por muchos países como una amenaza que aumentaría aún más la influencia de Moscú en Europa. Dicho gasoducto cuenta con una capacidad anual de suministro de 55 millones de metros cúbicos de gas.

Si durante el conflicto actual se produjera algún tipo de interrupción del suministro de gas que atraviesa terreno ucraniano, Gazprom, actualmente exportador monopolístico ruso, podría derivar hasta un 50% de dicho suministro a través de los gasoductos que cruzan Bielorrusia y Polonia. El 50% restante tendría que venir suministrado por compras abiertas en los mercados internacionales. Y esto impactaría de una manera sin precedentes a los precios del gas. Hay que mencionar igualmente que el trasporte a través de Bielorrusia a través del gasoducto Yamal tampoco está garantizado dadas las tensas relaciones que mantiene su presidente Alexander Lukashenko con las UE, después de las sanciones impuestas por esta última, derivadas de la crisis migratoria del pasado noviembre.

De cumplirse el encaje de este puzzle y la concatenación de acontecimientos berlanguianos descritos, no sería de extrañar que, ante una escalada de precios del suministro del gas sin precedentes, con consecuencias económicas y sociales que afectarían el ahorro del consumidor europeo, se precipitara la aprobación de la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2.

CONSECUENCIAS SOBRE EL PRECIO DEL PETRÓLEO

Las repercusiones de posibles sanciones sobre el precio del petróleo tendrían un alcance más global, dado que los mercados de petróleo son más internacionales (y arbitrables) que los del gas, al requerir de una infraestructura de transporte menos sofisticada. Dado que Rusia produce alrededor del 12% de petróleo a nivel mundial, cualquier reducción en la oferta de petróleo ruso pondría fuertes presiones alcistas en el precio del crudo.

Más si tenemos en cuenta la falta de crecimiento en la oferta que vamos a vivir en los próximos años dada la falta de inversión reciente. Como referencia, en el período 2010-2014, que estuvo marcado por una falta de crecimiento en la oferta, una fuerte demanda proveniente de los países emergentes, y por la falta de reducciones bruscas en la producción, el precio del petróleo promedió precios superiores a los 100 dólares al barril.

JP Morgan en una nota reciente evalúa el impacto económico de un conflicto entre Rusia y Ucrania. Plantea un escenario de reducción de la producción rusa de 2,3 millones de barriles (ya sea por incapacidad para producir o por sanciones impuestas). Con ello, estima un incremento del precio del petróleo que alcanzaría los 150 dólares por barril. Este escenario, según el banco de inversión, detraería el crecimiento global en 1,6% en el primer semestre de 2022 y dispararía la inflación a niveles superiores al 7%.

Y EL EFECTO SECUNDARIO EN OTRAS MATERIAS PRIMAS

Recordemos las sacudidas en el mercado del aluminio en el 2018 provocado por las sanciones impuestas a Rusia (segundo mayor productor mundial). Dichas sanciones a día de hoy sobre una industria actualmente deficitaria, tendría consecuencias severas especialmente para Europa, al ser importador neto de dicho mineral. Esto podría ser escalable a otros metales como níquel, cobre, paladio etc. de los que Rusia es un productor significativo, o a materias primas blandas como el trigo (de nuevo Rusia aparece como principal productor mundial).

Desconocemos los planes de Putin. Serán los analistas geopolíticos los que tendrán que tratar de predecir las intenciones o próximos movimientos del Kremlin y las reacciones de occidente. Parafraseando la reflexión de Alex Fusté, director de Inversiones de Andbank, en un reciente podcast, la experiencia que arrastramos de otros conflictos pasados nos hace percibir a Putin como un estratega más afín al riesgo que otros dirigentes occidentales. Esto le sitúa en una posición de ventaja a la hora de negociar. Detrás de sus decisiones en el pasado ha habido una lógica de cálculo pérdida-beneficio en sus acciones de riesgo que nos hace esperar que no se vayan a producir acciones alocadas.

Original completo FundsPeople.

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