Cinco claves que explican las dificultades de EE.UU. en la guerra comercial

Loomis Sayles, una de las gestoras del grupo Natixis Investment Managers en el que explica las cinco claves por las que Trump no tiene la mano ganadora en la guerra comercial:
- Persistencia de aranceles que frenan el crecimiento e impulsan la inflación.
- Debilidad estratégica de EE.UU. en una guerra comercial global con altos déficits fiscales.
- Tensión sostenida con China, donde EE.UU. tiene un horizonte político más corto que su contraparte.
- Riesgos para el dominio del dólar, en un contexto de posible desglobalización.
- Capacidad limitada de la Reserva Federal para contrarrestar los efectos económicos negativos con estímulos monetarios.
Para Loomis Sayles (Natixis IM), “la estrategia más racional consiste en minimizar los riesgos mediante acuerdos específicos y concesiones simbólicas. El objetivo es suavizar el impacto económico sin desmantelar completamente la arquitectura arancelaria”. La gestora de Natixis IM favorece la curva media de la renta fija frente al extremo más largo y advierte de que “los aranceles no solucionarán los desequilibrios actuales”.
Matt Eagan, gestor de carteras y director del equipo de full discretion en Loomis Sayles (Natixis IM)
“La guerra comercial del presidente Trump, iniciada el «Día de la Liberación», chocó rápidamente con una fuerza más formidable que la represalia extranjera: el mercado de bonos del Tesoro estadounidense, de 27 billones de dólares. A medida que los rendimientos aumentaban y la liquidez disminuía, el mercado de bonos comenzó a mostrar señales de advertencia. Una débil subasta de bonos a 3 años marcó la pauta, con subastas a 10 y 30 años en el horizonte. Ya sea por diseño o por presión, Trump tomó la salida, deteniendo los aranceles durante 90 días.
Para entender lo que viene a continuación, es útil enmarcar las limitaciones que ahora configuran la política:
1) Los aranceles siguen pesando sobre el crecimiento y la inflación. Incluso después de la congelación, siguen vigentes aranceles sustanciales. Su persistencia podría arrastrar la actividad económica y aumentar la presión sobre los precios.
2) Estados Unidos tiene una mano estratégica débil en una guerra comercial global. Entablar peleas con los principales socios comerciales que también financian su deuda se vuelve especialmente arriesgado con un amplio déficit fiscal y sin un plan creíble para controlarlo.
3) China sigue siendo el enfrentamiento central. Pekín considera las acciones comerciales de EE. UU. como parte de una estrategia de contención más amplia. Mientras que China se enfrenta a sus propias presiones económicas, sus líderes han mostrado una alta tolerancia al dolor económico. Por el contrario, Trump se enfrenta al horizonte político más corto de las elecciones y al sentimiento de los votantes.
4) El dominio del dólar no es invencible. La guerra comercial ha introducido incertidumbre sobre el atractivo a largo plazo del dólar estadounidense como moneda de reserva. Si bien la posición del dólar está respaldada por mercados de capital profundos y confianza global, los intentos agresivos de cerrar el déficit comercial corren el riesgo de desestabilizar este equilibrio, especialmente si conducen a una desglobalización a largo plazo.
5) El margen de maniobra de la Reserva Federal es limitado. El banco central sigue centrado en combatir la inflación y puede dudar en relajar significativamente la política. Si los mercados laborales se debilitan, es plausible un recorte modesto de 25-50 puntos básicos, pero es poco probable que Powell ofrezca una compensación monetaria completa por cualquier lastre económico de las tensiones comerciales.
La relación riesgo-recompensa de la guerra de aranceles está empeorando. Una medida racional sería seguir buscando vías de escape: conseguir «acuerdos» específicos, obtener concesiones simbólicas y reducir el riesgo de titulares en torno a China. Algunos aranceles pueden permanecer, otros pueden suavizarse o negociarse. Esta estrategia podría producir ganancias modestas sin aumentar los costes económicos, posiblemente el resultado previsto desde el principio.
Los mercados ahora centran su atención en dos frentes: la evolución de las negociaciones comerciales y el proyecto de ley de presupuesto pendiente. Las esperanzas de que el estímulo fiscal pueda compensar el lastre de los aranceles se han desvanecido. La reciente volatilidad en el mercado de bonos ha puesto de manifiesto la preocupación por el creciente déficit. De hecho, las noticias sobre la creciente posibilidad de que se apruebe el proyecto de ley contribuyeron a que los rendimientos subieran en el extremo largo.
Los inversores en bonos deben permanecer atentos. Los bonos del Tesoro ofrecen liquidez y lastre en las recesiones, pero esa protección se debilita cuando aumenta la inflación o cuando la credibilidad fiscal está en entredicho. La reciente evolución de los precios sugiere que el propio mercado de bonos del Tesoro de EE. UU. podría convertirse en una fuente de inestabilidad, un riesgo que ahora parece más plausible que remoto.
Los inversores deberían exigir una compensación adecuada por ampliar la duración. Estoy a favor de la parte intermedia de la curva; en mi opinión, los rendimientos del extremo largo por debajo del 5 % no justifican la volatilidad.
Mi posicionamiento en bonos se basa en la creencia de que las presiones inflacionistas estructurales son reales, impulsadas por la demografía, las prioridades de seguridad nacional y la necesidad de una infraestructura masiva y de inversión climática. Estas dinámicas tensan las finanzas públicas y anclan las tasas reales a un nivel más alto durante más tiempo. Los aranceles no resolverán esos desafíos. Un plan fiscal serio, anclado en esfuerzos creíbles para aumentar los ingresos y controlar el gasto, es la única solución duradera. Hasta que eso se materialice, mi perspectiva de bonos permanece sin cambios”.