El Banco de España la ha vuelto a liar. Ha criticado que las familias con menores rentas viven por encima de sus posibilidades, porque no ahorran e incluso vuelven a endeudarse. Nuestros populistas de guardia han puesto el grito en el cielo: critican al supervisor bancario por meterse en política, ejem, y le responden que el problema es que los sueldos son muy bajos y así no se puede ahorrar.
Para haber ganado las elecciones con claridad, a Pedro Sánchez se le ha puesto cara de funeral. Anoche pedía con poca convicción que PP y Ciudadanos no pacten con Vox porque son de ultraderecha. Ni en sus mejores sueños. La derrota de las izquierdas en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid ha sido un palo inesperado que ha dolido mucho en el PSOE, que tampoco ha conquistado Castilla y León e incluso puede perder Aragón.
Vaya locura de semana. No han podido pasar más cosas: hasta tenemos atascos mortales en el Everest. El que nunca falla, Trump, ha montado el lío más gordo desde que es presidente, al prohibir a las empresas estadounidenses dar su tecnología a los móviles de la china Huawei. Algo que ha indignado a los usuarios, que va a hundir sus ventas y que ha dado pie a las represalias chinas, que todo el mundo cree que se van a cebar con Apple.
La que iba a ser la boda del año en la banca española ha acabado en ruptura. Unicaja y Liberbank han roto las negociaciones de fusión porque no se ponían de acuerdo sobre la dote que cada una tenía que aportar al matrimonio. En realidad, por poco más de 50 millones. Braulio Medel, que es el que sigue cortando el bacalao en Unicaja, no aceptaba bajar del 60% de la entidad fusionada para que su fundación mantuviera el control. Y los accionistas de Liberbank, en especial el fondo Oceanwood, decían que, como el ajuste de personal iba a ser muy caro y se iba a centrar en Unicaja, que tenían que tener más porcentaje.
