Tal madrugada como hoy hace seis años, los "todopoderosos" responsables de la economía mundial, es decir, los responsables de la economía de Estados Unidos, tomaban una decisión que cambiaría el rumbo de la historia para escribir otra. Seis años después aún no se puede escribir aquello de "las lecciones que aprendimos de Lehman Brothers", porque aquella historia que empezó con su quiebra aún no ha terminado.
Lehman Borthers anunció su quiebra el 15 de septiembre de 2008. Las autoridades estadounidenses de la Reserva Federal (Fed) y del Tesoro decidieron no rescatar al banco de inversión. A diferencia del banco Bear Stearns, al que sí se inyectaron fondos públicos, Lehman Borthers entró en bancarrota y aquel día se considera el inicio simbólico del crash financiero mundial. Simbólico porque la debacle se empezaba a desatar más un año antes, en el verano de 2007, cuando las hipotecas subprime comenzaron a salir a la luz.
El sistema financiero mundial se resquebrajó y necesitó la inversión millonaria de Gobiernos y bancos centrales para volver a ponerse en pie. Se hundieron gigantes de la talla de General Motors y la crisis cruzó el Atlántico con gran velocidad y más intensidad aún. Por que hoy, seis años después, mientras en Estados Unidos piensan en empezar a subir los tipos de interés para devolver a la economía a su comportamiento normal en un mercado capitalista, en Europa el Banco Central Europeo (BCE) acaba de volver a reducir el precio del dinero para evitar una tercera recesión en menos de un lustro.
El colapso financiero de Wall Street se contagió a las entidades de Viejo Continente y se transformó en una crisis de deuda soberana que ha desatada una aún mayor crisis de la economía real. Desempleo y recortes sociales han asolado a parte de una Zona Euro que llegó a estar en peligro de ruptura.
Seis años después el paro sigue siendo insostenible en países como España, los bancos aún necesitan como el portugués BES ayudas públicas y las autoridades, como el BCE, siguen buscando el cómo salir de la crisis.
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