felipe gonzalez

Tras el debate intelectual sobra la cuestión catalana, que ha adquirido verdadera entidad en los últimos meses, y que obliga a la lectura de algunos libros resonantes (Jordi Amat, Martín Alonso, Josep Borrell y Joan Llorach, Enric Juliana, etc.), no ha habido demasiados pronunciamientos políticos de las escasas personalidades políticas de referencia que están de retirada y que conservan prestigio y predicamento suficientes para que su opinión resulte relevante en esta hora.

Por ello, ha resultado llamativa y encomiable la voz potente de Felipe González, quien, en una carta “A los catalanes”, desmonta hoy con pedagógica claridad la gran falacia independentista que ha construido el nacionalismo, con la que pretende arrastrar al Principado “a una especie de Albania del siglo XXI”.

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González dejó de ser presidente del Gobierno hace casi veinte años y hoy no conserva responsabilidad política alguna. Su voz es limpia y sincera, y describe con crudeza la realidad a que Artur Mas y los suyos pretenden abocar a los catalanes. A un páramo en absoluta soledad, ya que está fuera de duda que los rupturistas “no conseguirán, rompiendo la legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de respetarla y hacerla cumplir”.

González desmonta la "falacia independentista"

Pierdan toda esperanza quienes crean todavía que la vieja Europa, en la que hay docenas de nacionalidades que podrían seguir el descabellado ejemplo catalán, prestará oídos a unos golpistas que no respetan la Constitución que ellos mismos han defendido hasta ayer con un énfasis extraordinario. “¿Imaginan al Estado francés cediendo parte de su territorio para satisface este nuevo irredentismo? –pregunta González-. Nadie serio se prestará a ello en Europa, y, menos que nadie, España, que tanto luchó por incorporarse y participar en la construcción europea”.

González recuerda a los catalanes lo ocurrido en Grecia y pone en evidencia el chirriante plan soberanista: “si la reforma de la ley lectoral catalana no ha podido aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo Estatuto y de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un diputado más en esa lista única de rechazo”….

Finalmente, González pone con gran dureza nombre a las cosas: lo que pretenden Artur Mas y sus conmilitones “es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a la tradición de convivencia de Cataluña”. El nazismo, el fascismo, surgidos de hervideros nacionalistas, no están tan lejos. No podemos consentir que quienes han perdido el proverbial seny catalán traspasen las fronteras del Estado de Derecho.

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