• El populismo, a estas alturas, no es buena tarjeta de visita para las formaciones emergentes
  • Si no se produce algún vuelco inesperado, el próximo gobierno del Estado será de coalición
rajoy sanchez

Todo indica que los partidos “nuevos”, que nacieron cuando la opinión pública permanecía gravemente irritada por la magnitud de la crisis y la insolvencia de las formaciones tradicionales a la hora de enfrentarla y resolverla, llegaron demasiado pronto. En efecto, el surgimiento de Podemos, que arrancó en las movilizaciones del 15M de 2011, cuando la indignación social había alcanzado sus mayores cotas, se produjo cuando buena parte de la ciudadanía estaba dispuesta a romper sus vínculos con los partidos con los que se había identificado durante la etapa democrática. Ello explica el éxito, tan sorprendente como relativo, de la organización de Pablo Iglesias en las elecciones europeas de 2014, así como los buenos resultados, aunque inferiores a los presagiados y esperados, de Podemos y Ciudadanos en las elecciones andaluzas del 22 de marzo y en las autonómicas y municipales del 24 de mayo.

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Los “nuevos” partidos han ido decayendo lentamente en conjunto

En definitiva, la percepción y las encuestas sugieren que los “nuevos” partidos registraron su cenit en un momento indeterminado después de las europeas, y han ido decayendo lentamente en conjunto, a medida que a).-la economía ha comenzado a repuntar, hasta acabar situándose en unas tasas de crecimiento notables que auguran una pronta recuperación; b).-hemos percibido una ambigüedad ideológica sorprendente en Podemos, que rechaza su adscripción en la izquierda y defiende una poco creíble transversalidad, y c).-hemos ido percatándonos de su obra de gobierno, que si ha sido ponderada y reflexiva en el caso de Ciudadanos, adolece de defectos pueriles en el caso de Podemos, que participa en candidaturas de unidad popular en los grandes ayuntamientos. El populismo, a estas alturas, no es buena tarjeta de visita para las formaciones emergentes.

Lo cierto es que, según la última encuesta de Metroscopia, publicada este pasado fin de semana, PP y PSOE mantienen una representación conjunta del orden del 50%, a considerable distancia de las formaciones ‘nuevas’, que abarcan poco más del 30%. Además, las tendencias registradas no auguran cambios radicales en este modelo, que es aproximadamente el que ha regido tanto en las elecciones andaluzas cuanto en las autonómicas y municipales. De hecho, estarían al alza el PSOE y Ciudadanos, que son además los que menos animadversión generan (13% y 7%), en tanto el PP y Podemos (con unos rechazos del 52% y del 37% respectivamente) estarían a la baja. Sobre todo Podemos, que perdería más de 3 puntos con respecto al sondeo de junio y diez puntos con relación a enero; además, Pablo Iglesias es ya, después de Rajoy, el peor evaluado en un ranking en que sólo aprueba Albert Rivera.

Si no se produce algún vuelco inesperado, el próximo gobierno del Estado será de coalición

Así las cosas, parece claro que, si no se produce algún vuelco inesperado, el próximo gobierno del Estado será de coalición. Es decir, mixto de un partido viejo y de un partido nuevo. Las fórmulas posibles son, evidentemente, PP-Ciudadanos, PSOE-Ciudadanos y PSOE-Podemos. La cantilena popular de que debe gobernar ‘la fuerza más votada’ no tiene sentido en este nuevo marco de representación.

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