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Todo indica que Rajoy se ha sentido abrumado por la respuesta que ha encontrado su tibia reacción tras el desastre experimentado por el PP el 24 de mayo entre sus barones regionales.

El todavía presidente de Castilla-León, Juan Vicente Herrera, un hombre poco sospechoso de deslealtad, ha llegado a poner en duda la pertinencia de que Rajoy sea el candidato del partido, en las generales, y varios líderes autonómicos –Bauzá en Baleares, Rudi en Aragón, Fabra en Valencia- ya han anunciado su marcha irrevocable, mientras algunos más dudan de qué destino emprender. La explicación de que el PP ha tenido un “fallo de comunicación”, de modo que ésta sería la causa de la débacle, movería a hilaridad si no supusiera una tragedia para los electores del centro-derecha.

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La pasividad tras el desastre no auguraría nada bueno, por lo que es necesario actuar, hacer algo, promover un cambio de caras tanto en el partido como en el gobierno.

El círculo presidencial de asesores que le aconsejó que se mostrara impávido ante la adversidad, parece sin embargo haberle convencido después de que la pasividad tras el desastre no auguraría nada bueno, por lo que es necesario actuar, hacer algo, promover un cambio de caras tanto en el partido como en el gobierno. Ya se había publicado que Wert se va de embajador a la OCDE y la dimisión de Cospedal de la secretaría general para ocupar un ministerio está en los mentideros políticos desde que perdió la mayoría absoluta en Castilla La Mancha… Naturalmente, Rajoy no ha avanzado ni una sola pista de lo que trama y sí ha manifestado lo obvio: que los cambios de esta índole sólo se anuncian después de realizados.

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LOS RIESGOS...

Habrá, pues, que esperar las decisiones presidenciales para entrar a fondo a opinar. Pero de momento, ya puede avanzarse un orteguiano ¡‘no es esto, no es esto’!, porque ni la opinión pública en general ni la clientela potencial del PP en particular se darán por satisfechas con una medida meramente cosmética como la que, al parecer, se prepara.

El cambio que requiere el PP no es sólo de caras (que también) sino de modos de proceder, de estilo, de funcionamiento

El cambio que requiere el PP no es sólo de caras (que también) sino de modos de proceder, de estilo, de funcionamiento. La democratización de los partidos quiere decir que estas organizaciones tienen que celebrar congresos cada año –y no cada cuatro, como hace el PP- en los que se someta rigurosamente a votación la labor gubernamental desarrollada, se valore a los miembros de la dirección y se debatan los programas; además, un órgano intermedio ha de hacer lo mismo cada seis meses para que no se pierda la tensión entre partido y gobierno; asimismo, la promoción interna de los cuadros deberá hacerse mediante procesos electivos y no a dedo y por medios clientelares.

Como es conocido, Ciudadanos exige a quien quiera pactar con esa organización que se comprometa a tomar medidas de regeneración política como las mencionadas, pero en esto la formación de Albert Rivera no hace más que interpretar la exigencia masiva del electorado: los partidos que no se plieguen a la transparencia, a la flexibilidad y a la permeabilidad desaparecerán a corto plazo, arrasados por una firme demanda de claridad, el gran antídoto contra la corrupción, que ya no cesará. Todavía tendría tiempo Rajoy de dar pasos en esta dirección, aunque haya que ver tal posibilidad con gran escepticismo.

Antonio Papell

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