• Los resultados tienen también trascendencia desde el punto de vista de la gobernanza en el Estado y de la correlación de fuerzas entre partidos
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Las encuestas, bien poco acreditadas después de los últimos y garrafales fallos, habían reflejado sin embargo esta vez con suficiente acierto las grandes tendencias que registraría el voto en las autonómicas vasca y gallega. Por ello, desde el punto de vista periférico, la suerte estaba echada, y de hecho las previsiones se han cumplido en sus líneas generales.

En efecto, en Galicia el Partido Popular ha revalidado su mayoría absoluta, la tercera consecutiva que logra la formación conservadora de la mano de Núñez Feijóo, con lo que se acredita que su estrategia de distanciarse del PP para enfatizar su singularidad autonómica ha sido exitosa: la corrupción popular ha pasado de largo por este territorio a la hora de reclamar responsabilidades políticas, a pesar del inveterado caciquismo que todavía mantiene cierta tradición. Por lo demás, poco o nada hay que objetar a esta decisión soberana de la sociedad gallega, que no se ha fiado de la confusa oferta socialista-nacionalista-populista que se disputaba el otro hemisferio.

Los resultados tienen también trascendencia desde el punto de vista de la gobernanza en el Estado y de la correlación de fuerzas entre partidos

En Euskadi, también se ha cumplido lo previsto: el Partido Nacionalista Vasco podrá gobernar cómodamente con el PSE-PSOE, aunque sin mayoría absoluta, como ya hace en la práctica en diputaciones y ayuntamientos. La tradición pactista de la comunidad vasca, en que no se puede votar negativamente en la investidura del lehendakari (la normativa estatutaria tan sólo admite síes y abstenciones), facilitará la gobernabilidad.

¿INFLUIRÁN LOS RESULTADOS EN LA POLÍTICA NACIONAL?

Pero tras esta constatación de los principales elementos de las dos elecciones, es claro que los resultados tienen también trascendencia desde el punto de vista de la gobernanza en el Estado y de la correlación de fuerzas entre partidos, aunque, ya con los datos en la mano, no parece ni mucho menos segura la tesis de que los resultados vayan a influir decisivamente en la formación o no de un gobierno estatal y, por tanto, en la convocatoria o no de unas terceras elecciones.

Feijóo podría terminar haciendo sombra al líder estatal en un hipotético congreso del PP

El Partido Popular mantiene su hegemonía gallega, lo que indica que Rajoy al menos no se ha debilitado en su región de origen, aunque, según como se efectúe el análisis, también cabría suponer que la fortaleza irreductible de Feijóo podría terminar haciendo sombra al líder estatal en un hipotético congreso del PP que no puede estar ya muy lejano. El PSOE, por su parte, mantiene su tónica de debilidad, aunque el mal resultado en relación a las anteriores autonómicas de 2012 debe calibrarse teniendo en cuenta la irrupción en escena de Podemos, que ha provocado la fractura del hemisferio de babor, en el que los de Iglesias dominan tanto en Galicia como en Euskadi. En cualquier caso, los socialistas podrán continuar manteniendo cierto protagonismo en el País Vasco, donde actúan como contrapunto del nacionalismo moderado y tranquilo que Urkullu representa: sus 9 escaños unidos a los 29 del PNV son suficientes para gobernar frente a los 28 de la suma de EH Bildu y Podemos.

Ciudadanos no ha conseguido ingresar en los parlamentos vasco y gallego, lo que lanza una prueba de debilidad -¿desfondamiento?- de la formación centrista cuando el PP arrecia en su campaña a favor de la gobernabilidad, que pasaría a su entender por el voto útil, es decir, por la recuperación de los ’votos robados’ por la organización comandada por Albert Rivera.

En estas circunstancias, puede entreverse que mientras hay una tendencia a la recomposición de la derecha, la izquierda consolida su ruptura y Podemos y el PSOE se disputan la hegemonía a cara de perro. De momento, tanto en Euskadi como en Galicia, Podemos lleva ventaja.

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