Espanopoly Eva Belmonte

Españopoly nos cuenta cómo funciona el poder en España. En sus páginas, Eva Belmonte -su autora- relata cómo ha llegado la élite política y empresarial hasta donde está. En esta historia, los lectores descubrirán que el 15% de los ministros españoles han pasado por el Colegio del Pilar, en Madrid, o qué relaciones han mantenido los altos cargos políticos con la empresa privada durante muchos años.

Belmonte pone énfasis en varios aspectos importantes, como son la concesión de indultos -que en algún caso ha llegado a ser por un ministro a su propio hermano- o en los encuentros que mantienen los dirigentes con industrias estratégicas antes de elaborar una ley y de los que nunca se llega a saber nada. Esta periodista, que actualmente trabaja en la Fundación Ciudadana Civio, habla de la necesidad de cambiar las reglas de un juego al que podrían estar incorporándose dos nuevos participantes.

¿Cómo surge Españopoly?

Surge un poco de las investigaciones que llevábamos haciendo unos años en Civio. En el BOE Nuestro de cada día, mirando qué leyes había y cómo nos afectaban y quiénes se beneficiaban de determinadas leyes. Llevábamos dos años investigando estos temas y daba la sensación de que se perdían. Teníamos ganas de poner todo junto y darle un poco de forma.

¿Ha sido un camino duro?

Ha sido duro porque hay muy poca información. No puedes tirar de éste dice o el otro dice. Nosotros trabajamos solo con fuentes públicas y con documentos que se puedan contrastar. En España, como andamos tan escasos de información, es duro porque cosas tan básicas como desde cuándo hasta cuándo ha trabajado Iñaki Urdangarin en Telefónica no se puede obtener de una fuente oficial; o cuándo fichó Ángel Carromero por el Ayuntamiento de Madrid, qué cargo tenía o cuánto cobraba. No puedes publicarlo si no está todo absolutamente contrastado, por lo que se hace difícil.

¿Qué ha sido lo más complicado que te has encontrado por el camino?

Lo más complicado ha sido encontrar fuentes de cosas que son 'vozpópuli', que todo el mundo sabe y que era evidente que era así, pero que no encontrábamos fuentes, no sabíamos si era verdad. Muchas veces había cosas que todo el mundo daba por hecho, pero cuando lo intentabas contrastar, resulta que era mentira, que se había ido extendiendo como un rumor durante mucho tiempo. Ha sido eso, encontrar información de determinados ámbitos. Del empresarial, pero del público también. Aunque ahora se hable mucho de transparencia, que es el término de moda, estamos en un país realmente opaco.

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¿Podríamos encontrar casos de puertas giratorias en los nuevos partidos, como Podemos o Ciudadanos?

No podemos saber cómo van a funcionar cuando tengan cuotas de poder, porque ninguna de las alternativas ha alcanzado todavía cuotas de poder importantes. No ha habido tiempo para poder valorar si va a haber puertas giratorias o este tipo de repercusiones. Es verdad que aún no hemos tiempo para ver a un excargo de Ciudadanos, Podemos o UPyD en la industria eléctrica y no sabemos cómo van a actuar en esos casos. Lo que sí sabemos es que las estructuras de esos partidos se parecen mucho a la de los viejos partidos, y eso da una idea de como se perpetúa un poco esta manera de ejercer el poder entre amigos, compañeros, gente que no se han peleado nunca entre ellos. Lo que ha pasado ahora con Podemos en las listas cerradas es bastante significativo. La hace el líder y o la gente se entera o nada.

Belmonte asegura que las estructuras de los nuevos partidos se parecen mucho a las de los viejos

Así como el hecho de que todos salgan de la misma facultad de la misma universidad. Esto demuestra que la relación entre los poderosos y la manera de colocar a los demás por amistad no ha desaparecido en los nuevos partidos.

¿Se podría estar ampliando la partida de Españopoly a cuatro jugadores?

Sí. No sabemos qué va a pasar, si van a actuar igual o si van a tener los mismos intereses. Sabemos que los círculos de poder de esos partidos y las estructuras cerradas que impiden el paso de propuestas alternativas pueden perpetuar a que la partida se amplíe a cuatro y sea muy similar.

¿Y los jugadores pueden terminar eliminando a algún rival?

Sí, pero de todos modos, que entren nuevos jugadores, aunque tengan estructuras similares, es beneficioso. Todo conocemos casos de Gobiernos como CiU en Cataluña o el PP en Madrid o Valencia, donde llevan muchísimos años y llega un partido un partido diferente y levanta las alfombras y es cuando ha salido todo. Siempre está bien que haya cambios de Gobierno, que entren formaciones nuevas y sobre todo que con el bipartidismo que hemos tenido durante tantos años en España, que otras formaciones tomen el poder y puedan entrar en los órganos de gobierno y ver cómo funcionan e intentar restaurar o mejorar la situación. Siempre es positivo.

¿Y por qué las voces alternativas se alzan ahora y antes no?

Había muy pocos medios para comunicar la indignación. La crisis hace que todo el mundo esté más preocupado. Cuando todo va bien, a lo mejor no te preocupas de que el Gobierno no funcione a la perfección. Pero cuando las cosas van mal, no recibes ayudas, te bajan el salario, o te pica un poco el bolsillo, pues estás más pendiente de en qué se gasta el dinero público y en ese tipo de cosas.

"Cuando todo va bien no te preocupas de que el Gobierno funcione a la perfección", asegura Belmonte

Corrupción ha habido siempre. Ahora, por ejemplo, estamos muy indignados con el tema de los indultos. Es muy significativo y está muy bien, pero uno de los indultos más sangrantes fue el de Arias Salgado a su propio hermano. Fue en una época en la que no había la indignación que hay ahora con los indultos, lo que ha hecho que el Gobierno haya bajado el número de gracias que se conceden.

Es verdad que hay más indignación, pero también es verdad que se ve más. El único miedo es que la indignación se centre solo en lo económico. En qué se gasta el dinero o cuánto cobra el ministro, y nos olvidemos de cosas más importantes como con quién se negocian las leyes que luego nos afectan a todos, con quién se reúne el ministro o con quién han hablado antes de aprobar una reforma eléctrica. Esto significa muchos más millones de lo que va a cobrar el ministro directamente.

¿Podrías ponernos un ejemplo de país transparente?

En Chile se está haciendo un esfuerzo muy importante en todo lo que tiene que ver con el acceso a la información. Hay un organismo verdaderamente independiente y con muchos medios, el Consejo de la Transparencia, que cuando un ciudadano pide una información y el Gobierno se la niega, intercede y se pone duro. La democracia americana tiene muchos problemas, pero son muy transparentes en las donaciones a los partidos en campaña, algo que aquí sería impensable y que es muy necesario para saber qué empresarios han donado a cada partido para la campaña electoral o durante todo el año, o a las fundaciones de los partidos. En democracias como la americana, esto es público. En Inglaterra tienen sistemas de participación y de transparencia que en el Parlamento británico son muy altos.

En el libro dices que hay muchos actores implicados en el modelo actual (instituciones, partidos, medios de comunicación...). Siendo tantos los intereses en juego, ¿se puede creer realmente en la posibilidad del cambio?

Es muy difícil pero creo que sí. El primer paso para plantear cambios y que más gente pueda entrar en el juego es conocer las reglas. Por eso, aunque es verdad que es complicado porque es aburrido y no tiene tanto peso el titular como cuando se publica un titular de “el PP le ha dicho al PSOE esto o lo otro”, es importante explicar de una manera clara qué leyes nos afectan o que, dentro de la corrupción, son las que ayudan a que permanezcan.

Lo que ha pasado en este país es que el debate público se ha basado en las acciones de unos u otros, pero muy pocas veces en lo que están afinando, más que en ver el anteproyecto de ley o en ver qué es lo que quieren cambiar.

Es fácil ser pesimista porque hay muy pocos canales de participación para promover cambiar las cosas, pero hay que saber es que se pueden saber. El primer paso es pedir información y conocer cómo funciona todo para saber cómo son los 'clicks' o la carta que mejor entra.

¿Qué es lo primero que cambiarías?

Para mí, es muy relevante que el político deje de ver su trabajo como un trabajo hacia el partido, que un ministro piense que trabaja para una formación. Trabajan para nosotros y por eso nos tienen que rendir cuentas. La sensación de tener unos jefes, que son todos los españoles, a los que hay que rendir cuentas, es una sensación que no se tiene y que no está arraigada.

"El cambio político está en que cuando alguien discrepe, no se le corte la cabeza desde el minuto uno"

Se tiene que empezar por publicar las agendas, por saber con quién se reúne un ministro, de qué hablan, a qué acuerdos llegan, qué informes se mueven o quien redacta las leyes que luego se aprueban. Este cambio de mentalidad no puede venir solo y hay que ir cambiando ciertas leyes. Hay que establecer que los organismos de control, como el Tribunal de Cuentas, tengan medios reales para penalizar e imponerse.

No que sean solo independientes, sino que tengan medios. Se ha creado el Consejo de la Transparencia, que veremos si es independiente o no. Sabemos que ha empezado con muy pocos medios. Si los organismos que tienen que velar por defender a los ciudadanos ante el Gobierno no tienen medios, pues todo va a seguir igual.

¿Qué factores pueden convertirse en motores del cambio?

La única manera de promover un cambio real en las instituciones es que las nuevas formaciones olviden las estructuras del pasado, que permitan cierta incursión de movimientos sociales y que no se cierren al ciudadano, que por el momento no está pasando mucho aunque lo digan todo el rato. La realidad es que son estructuras muy cerradas.

La única manera es que los partidos renueven sus estructuras, que todo el mundo pueda participar, que la militancia sea escuchada, que cuando alguien discrepe no se le corte la cabeza desde el minuto uno. Los nuevos partidos tienen una oportunidad importante de hacerlo mejor y de que si llegan a tener cuotas de poder, tener una estructura más abierta hacia el ciudadano. Pero por el momento no parece que esté pasando.

¿Y podría Españopoly convertirse en una herramienta del cambio?

Ojalá. No quiero ser demasiado presuntuosa. Ojalá sirviera para que algunas personas conocieran cómo funcionan algunas leyes en concreto o plantear cambios.

En el libro dice que el Colegio del Pilar ha sido como una fábrica de grandes empresarios y políticos, ¿se ha terminado la magia de este centro de estudios?

No sé si se ha acabado. Pero lo va a dejar de ser. Dentro de 20 años la generación de los más poderosos del país no sé si habrán pasado por el Pilar o no, pero seguramente hayan estudiado fuera. La generación que creció en el Pilar, que ha estado concentrada en el Pilar y de la que están empezando a fallecer algunos, la están empezando a heredar los hijos, que tienen otro tipo de educación porque se han ido fuera. Va a dejar de ser el principal vínculo entre los poderosos y la educación.

¿Y sabes de otros colegios que hayan podido funcionar cómo el Pilar?

Hay algunos, pero la diferencia es tan abismal con esa generación que está ahora y que por eso fue tan destacable. Al principio, cuando mirábamos el tema del Pilar mirábamos también otros centros y la diferencia era muy significativa. También está la Universidad de Navarra o centros como ESADE en España que, en cierto modo, han pasado todos por ahí. De la generación que está ahora, hay otros colegios en otras ciudades en los que también se han concentrado personas importantes, pero en ninguno, la concentración ha sido tan alta como la del Colegio del Pilar.

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