Mariano Rajoy

La crisis socialista, con golpe de mano incluido, que propició la abstención e hizo posible la investidura de Rajoy y que todavía no se ha resuelto porque el principal partido de la oposición permanece en manos de una gestora sin que hayan remitido en apariencia las discrepancias internas, carga de incógnitas el futuro político ya que los equilibrios parlamentarios no están del todo definidos. Sin embargo, ya pueden hacerse cábalas más o menos fundamentadas sobre el inmediato futuro.

De un lado, el PP se ha apoyado razonablemente en Ciudadanos para alcanzar una dimensión que refuerce la gobernabilidad: los 170 escaños que suman ambas formaciones son la base de la estabilidad parlamentaria. Pero, por otro lado, el PP es consciente de que la cooperación del principal partido de la oposición es la que realmente tiene proyección de futuro. De hecho, las tres grandes reformas que deberían caracterizar de entrada esta legislatura de concentración —la de la LOMCE mediante el pacto educativo, la de la ley de seguridad ciudadana y la de la legislación laboral— requieren el concurso del PSOE, que, pese a los problemas mencionados, sigue siendo el gran referente del centro-izquierda, la alternativa conceptual y política al Partido Popular. Por decirlo de algún modo, el Gobierno reconoce que no hay verdaderos pactos de Estado si no participa el PSOE.

Tras los últimos acuerdos que han llegado PPy PSOE, Ciudadanos queda relegado a tercer lugar

La gestora socialista que facilitó la investidura está manteniendo una posición ambigua pero básicamente cooperativa (no hubiera tenido sentido contribuir a llevar a Rajoy a la presidencia del Gobierno para no dejarle gobernar después). Por una parte, ha facilitado el techo de gasto en el marco de un acuerdo económico que incluye una subida relevante, sin precedentes, del Salario Mínimo Interprofesional y de unos retoques fiscales que permiten incrementar al recaudación gracias a una revisión de impuesto de sociedades a las grandes compañías y de algunos impuestos especiales. Además, el PSOE, tras la desactivación de las reválidas de la LOMCE, ha aceptado integrar junto al PP y a Ciudadanos la subcomisión que elaborará el pacto educativo, base de una nueva ley general de educación. Por otra parte, ha anunciado que no respaldará los presupuestos generales del Estado. Con estos movimientos, los socialistas ha conseguido hasta el momento descolocar a Podemos, que no ha encontrado su sitio en la Cámara Baja todavía.

Los acuerdos PP-PSOE, claramente preferentes para Rajoy, relativizan como es natural la importancia del pacto PP-Ciudadanos, que queda ensombrecido por los primeros incumplimientos. Montoro no ha reclamado el plus exigido por C’s a los beneficiarios de la amnistía fiscal, ni el techo de gasto se ha calculado al alza como pretendía Rivera, ni parece probable que, pudiendo evitarlo, el PP se embarque en una reforma de la ley electoral para incrementar la proporcionalidad.

EL PAPEL DE LOS PARTIDOS BISAGRA

Los partidos bisagra como Ciudadanos sólo justifican plenamente su existencia y rentabilizan el apoyo que han recibido de los electores cuando pueden influir decisivamente en las decisiones ejecutivas de la mayoría (el peso del FDP, el Partido Liberal alemán, en las decisiones tanto de la derecha como de la izquierda fue paradigmático), por lo que la formación de Albert Rivera está en una compleja encrucijada: tiene que hacer valer su apoyo al PP y que exigir el cumplimiento lo pactado –los 150 puntos del compromiso suscrito—, pero tampoco puede negarse a la participación del PSOE en los consensos, ya que este apoyo es insustituible en ciertos casos y además fue propugnado claramente por C’s durante la larga etapa de gobierno en funciones.

Los presupuestos generales del Estado saldrán adelante con el apoyo del PNV, ya que con esos cinco votos para la mayoría no prosperarán las enmiendas a la totalidad (en el peor de los casos, habría un empate a 175 escaños). Y el desarrollo del resto de la legislatura dependerá de lo que suceda en el PSOE, donde competirán previsiblemente un ala más moderada, partidaria de contemporizar con el PP, y otra más radical, dispuesta a la aproximación a Podemos. En esta previsible disputa influirá también indirectamente el desenlace del forcejeo entre el radical Iglesias y el moderado Errejón, ya que de imponerse aquél, Podemos quedará recluido y en soledad en el nicho que ha ocupado históricamente Izquierda Unida.

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