• La propuesta del expresidente del Gobierno es que el PP presente otro candidato para evitar nuevas elecciones.
  • Es evidente que a partir de ahora proseguirá la presión sobre el PSOE, que se verá forzado celebrar un comité federal
Felipe-Gonzalez-portada

Poco antes de que diera comienzo el último tramo de la sesión de investidura, en que Rajoy ha perdido la oportunidad de convertirse en presidente del Gobierno, el expresidente González, que abrió en su día el melón del apoyo socialista a un gobierno conservador, lanzaba otra carga de profundidad: su propuesta al PP de que presente otro candidato para evitar nuevas elecciones.

No obstante, González ha matizado su manifestación aderezándola con el rechazo a la "presión casi en forma de chantaje" que están recibiendo los socialistas por mantener su negativa a Rajoy. En este sentido, ha recordado que en la pasada legislatura el PP "votó en contra junto a Podemos" de la única opción de Gobierno que se presentó a la investidura, en alusión al pacto entre PSOE y Ciudadanos que no salió adelante… Cabe, pues, colegir que González piensa que el PP se ha labrado su infortunio al no haber planteado la conquista del voto socialista mediante una ceremonia de seducción y no de presión, como realmente ha hecho. El propio Rivera, en el discurso del pasado miércoles, reconoció este error de la formación conservadora en su discurso. Y por ello le sugiere un cambio de caballo, al que muy probablemente el PP y el propio Rajoy se negarán.

"La militancia está inequívocamente en contra de que el PSOE entregue la posibilidad de gobernar al Partido Popular"

De cualquier modo, la manifestación de González ha servido para abrir el abanico de posibilidades. Por una parte, es evidente que a partir de ahora mismo proseguirá la presión sobre el PSOE, que se verá forzado celebrar un comité federal, convocado por la oposición interna a Sánchez en su partido. Pero el secretario general tiene la sartén por el mango en este asunto puesto que podría solicitar que se recabe la opinión de la militancia si lo creyera oportuno, y la militancia está inequívocamente en contra de que el PSOE entregue la posibilidad de gobernar al PP.

Pero, por otra parte, se abren otros caminos, y entre ellos el de la posible sustitución del candidato del PP, que evidentemente facilitaría los acuerdos transversales (PSOE, PNV…). Incluso una declaración solemne de Rajoy que pusiera fecha de caducidad a su mandato, o que estableciera una moción de confianza a medio mandato, podría tener ese mismo efecto (Aznar se sacó de la manga el límite de ocho años de mandato para facilitar su investidura). Y también, por supuesto, hay que contar con la posibilidad, remotísima pero posibilidad al cabo, de un pacto PSOE-UP-C’s, ya que hay que descartar cualquier pacto del PSOE con las formaciones independentistas, y más después de la última intervención del señor Rufián, de ERC, en la tribuna del Congreso. No hace falta relatar las dificultades de ese pacto ya que muchas de ellas son totalmente obvias, y desde luego no parece que fuese aconsejable tal fórmula para devolver la normalidad a este país, que aún está saliendo de la crisis y tiene que redefinir su futuro.

Es evidente, por último, que tanto el PP como el PSOE acarician la posibilidad de que unas nuevas elecciones les favorezcan significativamente. El PP piensa que podría recibir el apoyo de una parte de los electores de C’s e incluso del PSOE que quieran apostar por la estabilidad; el PSOE cree que su coherencia le afianzaría como referente de la izquierda y que podría aprovecharse del previsible declive de Podemos –dividido y desarbolado- y de C’s. Pero ninguna de estas tendencias es segura. Después de todo, lo natural es que después de pocos meses los electores se reiteren en las opiniones que expresaron el 26J. Por lo que todo puede ocurrir: incluso que se mantenga la ingobernabilidad. Por ello, sería absurdo abonar las elecciones sin haber realizado un ingente esfuerzo por evitarlas.

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