• Esta iniciativa materializaba el compromiso de Draghi de "hacer lo que sea necesario para salvar al euro"
  • El banquero italiano dio ese paso cuando la tensión sobre España era máxima
  • Nunca ha entrado en vigor, pero su simple presencia selló el futuro del euro y redujo las primas de riesgo
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El presidente del BCE, Mario Draghi

La crisis ha exigido un ejercicio de innovación constante a Mario Draghi. De su pródiga chistera han salido todo tipo de trucos y artificios monetarios. Pero ninguno como aquel, ninguno como ese programa de compras de deuda que se sacó de la manga un 6 de septiembre de 2012.

Oficialmente, fue bautizado como Outright Monetary Transactions (OMT) u Operaciones Monetarias de Compraventa, y partía de un supuesto muy sencillo: con el objeto de mitigar las presiones que varios de los países del euro estaban sufriendo para financiarse en los mercados, el Banco Central Europeo (BCE) compraría su deuda pública con vencimiento entre 1 y 3 años en el mercado secundario, es decir, una vez que ya hubiera sido emitida, por aquello de no vulnerar la norma que le impide financiar directamente a los 'europaíses'. Esas compras, eso sí, estaban sujetas a una condición: el país debía acogerse a un programa de rescate completo.

Con el lanzamiento del OMT, Draghi cumplía el histórico compromiso adquirido en Londres el 26 de julio, cuando prometió "hacer lo necesario para salvar al euro"."Y créanme, será suficiente", cerró solemne. La OMT fue la traslación de los dichos a los hechos, todo ello en un momento en el que la ruptura del euro era un riesgo absolutamente real porque uno de sus principales socios, España, estaba contra las cuerdas pese a que en junio ya había solicitado asistencia financiera para rescatar a los bancos. Horas antes de su discurso en la capital británica, la prima de riesgo española, que mide el interés adicional exigido a los bonos españoles a 10 años con respecto a los alemanes con igual vencimiento, tocaba los 650 puntos básicos, con el rendimiento de los bonos cerca del 8%. O lo que es lo mismo, la situación era insostenible para la capacidad financiera española.

LA FIGURA DE 'SUPERMARIO'

Pero entonces emergió Draghi, convencido de la necesidad de hacer honor a su sobrenombre de 'SuperMario'. Primero habló en Londres y luego se inventó el OMT. "Su objetivo es restablecer el funcionamiento del mecanismo de transmisión de la política monetaria en todos los países de la Unión Económica y Monetaria (UEM) y contrarrestar los temores infundados sobre la reversibilidad del euro", exponía el Banco de España ese mismo septiembre para definir los objetivos del OMT.

¿Los consiguió? Sin duda. La prima de riesgo española primero se redujo en septiembre hasta los 500 puntos básicos y luego terminó ya el año en los 400 puntos básicos. Y el euro, que venía depreciándose contra el 'billete verde' y que a finales de julio se cambiaba a 1,21 dólares, despidió ya 2012 en los 1,319 dólares. España respiraba y las maltrechas costuras del euro quedaron selladas.

COMO EL PRIMER DÍA

Pero lo más llamativo no es el impacto que tuvo. Lo absolutamente tremendo es que esa influencia, que permaneció en los meses y años siguientes, tuvo lugar pese a que el OMT nunca ha sido empleado. Sigue como el primer día, ni siquiera ha sido estrenado.

Con el OMT, Draghi cosió las maltrechas costuras del euro cuando la tensión era extreme, apaciguó las primas de riesgo y burló la ortodoxia alemana. Todo ello sin que ni siquiera haya sido estrenado. Un truco prodigioso. El mejor de Draghi

El OMT parecía hecho a medida para España. Daba la sensación de que era cuestión de tiempo que lo pidiera. Pero no hizo falta. Su sola presencia ejerció un efecto disuasorio desde el primer minuto. Hasta entonces, ponerse corto en deuda o activos españoles o en euro era un negocio seguro, sencillo y rentable. Pero la cosa cambiaba con el OMT. Su concepción suponía la creación de un 'botón' que podría ser pulsado en cualquier momento y cuya activación desembocaría en unas manos tan poderosas como las del BCE empezarían a comprar deuda del país en cuestión, con lo que tomar posiciones contra ese país podría salir muy caro. Todo ello, sin necesidad de ponerlo a prueba. Sólo con existir, sólo con su presencia, el OMT se convirtió en un dique formidable.

Y aún hay otro matiz. En Londres, Draghi arrancó su histórica frase diciendo dos veces que todo lo haría el BCE se situaría "dentro de su mandato". Y esta premisa impregnó el OMT. El banquero italiano era consciente de que se lo sacaba de la chistera con la oposición del poderoso presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, y de la ortodoxa visión alemana. Presumía que iba a tener problemas, de ahí que subrayara que el OMT no excedía el mandato del BCE. Y no se equivocó. A comienzos de 2014, el Tribunal Constitucional alemán cuestionó su legalidad porque interpretaba que excedía el mandato del BCE, razón por la que lo remitió al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para que se pronunciara. Lo hizo, pero en favor de Draghi, y finalmente hasta el Constitucional germano acabó aceptando, no sin fisuras, la legalidad del OMT en 2016. Tal vez por el resquemor que dejó ese precedente, el Constitucional alemán ha repetido este año el mismo proceso, pero esta vez con las compras de deuda que viene realizando desde 2015.

Al OMT le han seguido más medidas de corte nada convencional. Bajo la batuta de Draghi, el BCE instauró una guía u hoja de ruta ('forward guidance') sobre los tipos de interés en 2013, cuando hasta entonces había seguido la política de no anticipar ni telegrafiar nada sobre el precio del dinero; en 2014 situó los tipos de la facilidad de depósito en terreno negativo por primera en la historia; y en 2015 lanzó su programa de compras de deuda pública y privada en el mercado (más conocido por las siglas QE, relativas a 'quantitative easing' o expansión cuantitativa, aunque sus siglas oficiales son APP, de Asset Purchase Programmes o Programas de Compra de Activos). Todas ellas históricas, todas ellas sin precedentes, pero ninguna de ellas se asemeja a lo logrado por el OMT.

Las otras se pusieron en marcha ya para cuestiones más comunes al BCE, como son las relativas a las condiciones financieras y la inflación; el OMT se ideó por una cuestión de todo o nada, de vida o muerte para el euro. Las otras no sólo fueron anunciadas, sino que han tenido que ser ejecutadas y usadas realmente para que tuvieran algún tipo de impacto; al OMT no le ha hecho falta. Un truco incomparable. El mejor de Draghi.

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