• ¿No tienen Merkel, Hollande, Renzi, Rajoy y las instituciones europeas expertos capaces de prevenir estos sobresaltos?
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Grecia fue admitida en la UE en 1981 para consolidar la frágil democracia surgida tras el colapso del régimen dictatorial de los coroneles, sin reunir los requisitos exigentes que la Comunidad Europea de entonces tenía establecidos, e ingresó en la zona euro en 2001, gracias a la presentación de unos datos macroeconómicos conscientemente falseados.

La falta de habilidad y de tacto de las instituciones comunitarias y del FMI a la hora de implementar y conducir el rescate de Grecia ha desembocado en un gran desastre político.

Pese a la gran bonanza griega en los años anteriores a la gran crisis de 2008, el país no ha conseguido ponerse al paso del Eurogrupo: no tiene catastro, no existe un sistema fiscal bien establecido, la economía informal y sumergida es de una magnitud insostenible y las élites han vivido en un perpetuo paraíso fiscal.

No puede decirse por tanto que la crisis actual constituya una sorpresa para la Unión Europea, que sin embargo no ha atinado en absoluto en la gestión del problema griego durante los últimos años.

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UNA FALTA DE HABILIDAD

En realidad, la falta de habilidad y de tacto de las instituciones comunitarias y del FMI a la hora de implementar y conducir el rescate de Grecia ha desembocado en un gran desastre político. Los partidos moderados tradicionales –la conservadora Nueva Democracia y el socialista Pasok-, que mantuvieron históricamente la estabilidad del país, son hoy sombras de lo que fueron, en tanto han surgido nuevas formaciones radicales que han conseguido imponerse y ocupar el poder. Syriza no gobernaría en Grecia junto a los nacionalistas de derechas si la ‘troika’ no hubiera equivocado radicalmente sus planteamientos.

Pero Europa no aprende de sus errores: tras la llegada de Syriza al gobierno en enero, las negociaciones entre los acreedores –las instituciones de la troika, supervisadas obviamente por el consejo europeo- y el ejecutivo heleno han sido un desastre. Se ha mantenido la presión displicente de los funcionarios de las instituciones sobre los representantes legítimos de la ciudadanía y ha faltado política. Tampoco los líderes europeos han atinado a la hora de combinar la legítima exigencia de reformas con el margen de maniobra real de Tsipras, que tiene que mantener su mayoría parlamentaria, ser coherente con lo sustancial de su programa y sacar adelante una situación heredada inmanejable, fruto de una deriva de muchos años.

Por lo que se ve, nadie en las instituciones ni en las cancillerías había previsto que la falta de sutileza y una presión excesiva podían terminar provocando un referéndum que, dígase lo que se diga, ha dado oxígeno a los radicales griegos –y también a los radicales de otros lugares-, ha puesto en evidencia a la Unión Europea, ha debilitado gravemente al euro y ha llenado de desconfianza a los mercados. ¿No tienen Merkel, Hollande, Renzi, Rajoy y las instituciones europeas expertos capaces de prevenir estos sobresaltos? ¿No hay estrategia en el devenir de Europa?

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LAS LECCIONES...

En resumidas cuentas, la lectura primaria, popular, de lo ocurrido es bien fácil de hacer: Europa sólo abandona sus recetas conservadoras y antisociales –los ajustes que debilitan los servicios públicos y dejan en la indigencia a los estratos más débiles de la sociedad- cuando la izquierda radical toma el mando de la situación e impone su criterio. Sólo así se busca afanosamente la solución de la crisis que no desmantele del todo el estado de bienestar y que no represente presionar todavía más sobre los pensionistas y sobre los asalariados, sobre los consumidores y los desvalidos.

La gran burocracia de Bruselas, el gigantesco equipo que asiste a Draghi en el BCE, los grandes escalafones de técnicos del FMI no han sabido manejar el problema y deberían rendir cuentas por ello. Estamos en manos de inútiles, que asesoran a políticos vulgares, sin esa visión superior y especial que caracteriza a los estadistas. Apañados estamos.

Antonio Papell

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