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La crisis del ébola “nos recuerda”, en palabras del Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, “el lado negativo de la globalización”, así como “la importancia del gobierno y la sociedad civil. No recurrimos al sector privado para controlar la propagación de una enfermedad como esta. Más bien, nos dirigimos a las instituciones, como el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) o Médicos Sin Fronteras (MSF)”.

Por otra parte, destaca, esta crisis tiene más lecciones. El sector privado juega un importante papel en el desarrollo de vacunas y tiene poco interés en dedicar recursos a las enfermedades que acosan a los países pobres. “Sólo cuando las regiones avanzadas se ven amenazadas hay un impulso suficiente para invertir en curas y hacer frente a males como el ébola”, afirma.

LAS ENSEÑANZAS DEL ÉBOLA: SECTOR PRIVADO VS. INSTITUCIONES

Estas declaraciones, matiza Stiglitz, desde las páginas de Project Syndicate, “no son tanto una crítica contra el sector privado, después de todos, las compañías farmacéuticas no están en el negocio por la bondad de sus curaciones, y no hay dinero en la prevención y en la curación de las enfermedades de los pobres”.

Más bien, señala, “lo que la crisis del ébola pone en duda es nuestra dependencia de que el sector privado haga cosas que los gobiernos realizan mejor. De hecho, parece que con más financiación pública se podría haber desarrollado una vacuna contra el ébola hace años”.

EL FRACASO DE ESTADOS UNIDOS

En opinión de Stiglitz, “los fracasos de Estados Unidos en este sentido han llamado especialmente la atención”. Es cierto, reconoce, que este país “cuenta con varios de los principales hospitales del mundo, las universidades más importantes y los centros médicos más avanzados”. Pero, a pesar de ello, “su resultados en salud son realmente decepcionantes”.

Así, la esperanza de vida entre los hombres estadounidenses es la peor de los 17 países con mayores ingresos y casi cuatro años más corta que en Suiza, Australia y Japón. En el caso de las mujeres, es la segunda más baja, cinco años por debajo de la expectativa de vida de Japón, por ejemplo.

RESULTADOS SANITARIOS MALOS TANTO ENTRE LOS “RICOS” COMO ENTRE LOS “POBRES”

Aunque la reforma sanitaria de Barack Obama, conocida como “Obamacare”, ha mejorado algo las cosas, la cobertura de los seguros de salud sigue siendo débil. Por otra parte, Estados Unidos tiene una de las tasas más altas de pobreza infantil entre los países avanzados, “y la falta de nutrición y cuidado de la salud en la niñez tiene efectos de por vida”.

La “desigualdad descomunal del país es también un factor crítico en el retraso de la salud (…) con más pobreza, más pobreza infantil, más personas que no tienen acceso a una sanidad, vivienda y educación digna, así como gente en situación de inseguridad alimentaria, no es de extrañar que los resultados sanitarios de Estados Unidos sean malos”.

Y no sólo para los pobres, también para la gente con mayores ingresos y cobertura sanitaria: “La salud está relacionada con el estrés y aquellos que luchan por escalar posiciones en la 'escalera' del éxito saben las consecuencias del fracaso. En Estados Unidos, los peldaños de esta 'escalera' están más separados (…) Eso significa más ansiedad, que se traduce en una menor salud”.

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