• El IPC subyacente se calcula sin contar con los alimentos y la energía, las variables más volátiles
  • Los precios del petróleo han sido los culpables del aumento temporal de la inflación
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Imagen: EP

El IPC se ha disparado en enero. Lo ha hecho hasta el 3%, que es la tasa anual más alta desde 2012. Sin embargo, la inflación no es fruto del estado y la evolución de la economía, sino que obedece a factores coyunturales. La evidencia más clara de ello es que la diferencia entre el IPC total y el subyacente, que elimina en el cálculo los alimentos no elaborados y la energía por ser las variables más volátiles, es la más grande en casi seis años.

Así lo ha mostrado este miércoles el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), cuyas estimaciones no dejan lugar a las dudas. El organismo ratifica el 3% adelantado hace dos semanas, pero en esta publicación hay más información sobre los condicionantes del repunte de la inflación. O, más bien, del condicionante: el petróleo. Ya que el IPC subyacente se ha situado en un 1,1%, y el índice general sin productos energéticos, en un 1,2%.

Los precios del crudo estaban en enero de 2016 al filo de los 30 dólares, en mínimos de 13 años. Un año después, se encuentran holgadamente por encima de los 50 dólares. Una recuperación que se ha dejado notar en el coste de los productos energéticos y los combustibles, y ha tenido un reflejo en la inflación general.

Así, la rama de alimentos sin elaboración y productos energéticos dentro de la estimación del índice de precios al consumo se ha disparado hasta el 11,7%. Y dentro de este subconjunto que marca la diferencia entre el IPC total y el subyacente, el aumento anual en enero de los precios de los productos energéticos se encuentran en el 17,5%, frente al 5,3% en diciembre. Mientras que los carburantes y los combustibles están en el 13,9%, muy por encima del 6% del mes anterior.

En este sentido, para el cálculo del IPC el INE otorga un peso del 11,2% a los productos energéticos y del 7,68% para los carburantes y combustibles, con lo que en ambos casos su evolución es clave para la tasa general de crecimiento de los precios.

Otra circunstancia que ilustra el impacto del petróleo es que los bienes industriales sin energía se encarecen un 3,8%; los bienes industriales sin productos energéticos, un 0,8%; y, sin embargo, los bienes industriales en su conjunto lo hacen en un 5,8%.

A lo que, además, hay que sumar el impacto del encarecimiento de la electricidad que han soportado los hogares en el inicio del año por la ola de frío. El INE estima que los precios de la luz aumentaron un 26% anual en enero.

LA IMPORTANCIA DEL IPC SUBYACENTE

La energía ha perdido peso en la actualización que ha realizado el INE para calcular el IPC, en la que incluyó servicios como los servicios de vídeo en streaming como Netflix, la música online, o los juegos de azar, y retira otros como el DVD o el brandy. En el caso de los productos energéticos, su importancia disminuye en dos puntos porcentuales, y la del grupo de carburantes y combustibles lo hace en 5,6 puntos. Pero siguen teniendo un peso relevante, con más de un 11% y cerca de un 8% respectivamente.

El IPC trata de calcular el crecimiento de los precios de bienes y servicios consumidos por las familias españolas. El hecho de incluir los precios de la energía es porque, obviamente, afecta al bolsillo del consumidor. No obstante, es una variable que los economistas consideran exógena. Es decir, no depende de la economía -aunque a largo plazo ésta puede reducir o aumentar su dependencia- sino de un factor externo como es el coste del petróleo.

Por ello, y por su volatilidad, los expertos tienden a fijarse en el IPC subyacente. En este caso sí es un indicador que depende, en general, de la evolución de la economía. Tanto de los costes de producción de las empresas locales, como de su oferta, de las importaciones y de la demanda de las familias. En este caso, el indicador de inflación subyacente ha aumentado en su tasa anual una décima, hasta el 1,1%. Está en su nivel más alto desde marzo de 2016, año en el que se movió entre el 0,6% y la cota del 1,1%.

La diferencia con el índice general, por lo tanto, es de 1,9 puntos porcentuales. Una brecha que no se producía desde marzo de 2011. La evolución de las dos tasas en los últimos meses (ver gráfico a continuación) es otra muestra de la importancia de tener en cuenta ambos datos. Durante 2016, el IPC estuvo en negativo en todos los meses hasta septiembre, cuando escaló al 0,2%. Sin embargo, el indicador subyacente no bajó del 0,6%. Es decir, estaba por encima.

La razón es la misma que la que ha incrementado la inflación en enero, pero al revés. Los precios del petróleo estaban mucho más bajos que en los meses con los que se comparaban de 2015, con lo que reducían la inflación. En cuanto esta situación se invirtió, y el barril de crudo superó ya en coste al mismo mes del año anterior, el IPC general sobrepasó el subyacente, algo que ocurrió en diciembre. En este sentido, las expectativas de los expertos indican que la inflación se mantendrá alta durante la primera mitad del año, para reducirse en la segunda según disminuya el impacto del petróleo y se acerquen otra vez las tasas de inflación general y subyacente.

Fuente: INE

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