• Una hoja de ruta y un mensaje claro tienen mayores implicaciones sobre la inversión que la propia velocidad de los precios
  • Un objetivo de inflación fijo incentiva el desarrollo tecnológico y la innovación
  • Las empresas más expuestas al crédito crecen más y mejor en un entorno 'macro' estable frente al avance del IPC
central bank communications

Hace años que hace falta mucho más que conocimientos 'macro' para sentarse al frente de un banco central. En octubre de 1979, Paul Volcker debutaba al frente de la Reserva Federal (Fed) con el apoyo del presidente Jimmy Carter. Su primer mensaje al cargo fue claro: declarar la guerra a la ferviente inflación que devoraba el país. La economía estadounidense sufría de un estado febril de los precios, que crecían por encima del 10% desde hacía una década, con expectativas de una mayor aceleración para el futuro. El abandono del patrón oro para devaluar el dólar en el 71 y el embargo de la OPEP de las exportaciones de petróleo a Estados Unidos y Europa Occidental dispararon el déficit de la balanza comercial, incrementaron el déficit presupuestario y aceleraron una fuerte especulación frente al billete verde. Con una política monetaria que alimentaba la economía sin un impacto claro en la creación de empleo, la única opción posible para Volcker fue la de subir agresivamente los tipos.

De este modo, el precio del dinero rondó el 10% durante doce años (1979-1990), alcanzando incluso el 19,1% durante el verano de 1981. Esta decisión fue definitiva. Entre 1981 y 1982, Estados Unidos entró en la peor recesión recordada desde la Gran Depresión en los años 30, con una décima parte de la población en el paro.

La estabilidad de las expectativas sobre la inflación ha sido esencial en el terreno de la recuperación económica reciente. Más aún que la propia cifra del 2%.

Sin embargo, una década más tarde, la política monetaria reconquistó la credibilidad perdida, recuperando presiones inflacionistas cercanas al 2%. Desde entonces, Alan Greenspan, y su sucesor Ben Bernanke, entendieron que una mayor transparencia sobre los objetivos del regulador, así como una más fluida comunicación con los agentes económicos era necesaria. Así, la figura del presidente de la Reserva Federal requería desde ese momento una presencia política, y no solo un perfil técnico. En enero de 2012, Bernanke anunciaba la cifra mágica del 2% como objetivo de la Fed para el largo plazo, a través de sus decisiones futuras.

UN MENSAJE CLARO Y REITERATIVO

"El hecho de que las expectativas de la inflación se encuentren 'ancladas' tiene como implicación la actuación global de la economía", declaró el banquero cinco años antes, en un ejercicio gradual que llevó a la Fed a establecer horquillas de precios antes de oficializar finalmente el objetivo del 2%. Y es que la estabilidad de las expectativas sobre la inflación ha sido esencial en el terreno de la recuperación económica reciente. Más aún que la propia cifra del 2%.

Un estudio publicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) devuelve este debate al mercado, argumentando que la moderada aceleración de los precios actuales no debe preocupar tanto a los reguladores como mantener claros sus objetivos y reducir así la incertidumbre en los mercados.

En una economía insensible a los bandazos inesperados que la inflación pueda reproducir, manteniendo estables las expectativas a largo plazo, tanto las familias, como las grandes corporaciones y entidades crediticias pueden mantener y realizar inversiones a largo plazo con la seguridad de una política monetaria que advocará siempre por el objetivo establecido. Sea cual sea la tasa de precios de cada momento. De hecho, desincentivar la excesiva creación de inversión cortoplacista evita un mecanismo retroactivo de la propia inflación que fluctúe junto con las decisiones del regulador, aumentando la incertidumbre.

Sumergidos en un entorno cambiante y extremadamente dependiente de la innovación y la tecnología como motor para la productividad, la necesidad de proteger aquellas empresas con mayor exposición al crédito es imprescindible. El estudio del FMI "Anclaje de la Inflación y Crecimiento: Prueba con datos sectoriales" muestra cómo las firmas de esta naturaleza crecen de mejor modo en ambientes macroeconómicos con expectativas sobre la inflación estables. Más allá de cual sea el desarrollo de los precios en cada momento.

Este perfil de empresa presenta rasgos como la escasez de activos susceptibles de ser presentados como colateral durante la concesión de un crédito, véase las tecnológicas. O aquellas, que a través del emprendimiento y grandes inversiones en I+D, generan un gran nivel de gasto inmediato y una corriente de ingresos tardía, que hace que durante ese tiempo que transcurre hasta la monetarización de su propuesta de valor, su financiación sea necesaria. Tecnología e innovación, dos de los elementos más importantes en el desarrollo del crecimiento de la economía nacional, el aumento de la productividad, el crecimiento de los salarios y la creación de empleo.

De este modo, Draghi, Powell y compañía deberán continuar midiendo al milímetro sus discursos. Porque su capacidad de 'dar pistas' al mercado es esencial para el devenir de la economía futura, con un puesto en la actualidad que requiere del don de la dialéctica y no solo del talento académico.

LA INFLACIÓN JUEGA AL ESCONDITE

En el marco de la actual vuelta a la normalización monetaria, tanto Powell como Draghi continúan sin tener señales evidentes de que la economía se avalance sobre un futuro calinoso. El miedo a cometer los mismos errores que en el pasado por detrás de la curva alimenta a los halcones de sendos reguladores.

El desempleo en Estados Unidos parece haber tocado fondo en el 4,1% sin resultados concluyentes y la reforma fiscal expansiva engorda los márgenes de las empresas de Norteamérica. El dato de referencia del PCE arrojó una aceleración de los precios del 1,7%, con un comportamiento irregular desde el 2008 a través de una apreciación del dólar que comienza a relajarse y un volátil precio del crudo.

El índice subyacente de precios no alcanza el 2% en la Eurozona desde ese mismo año y se mantiene estable en torno al 1% desde 2013. Es cierto que Draghi aún reserva mejoras en el terreno del mercado laboral que presionará al alza los salarios, sin embargo, el crecimiento reciente, pese a la lejanía que existe aún sobre la barrera dorada del 2%, pone de manifiesto la efectividad de las expectativas sobre la consecución de tal hito.

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