• Este porcentaje es del 2% de media en Europa, con niveles cercanos al 3% en Alemania, Austria o Suecia
  • Los expertos aluden a esta inversión como clave para un cambio del modelo productivo
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Una de las tesis más compartidas durante la crisis fue la que alude a la necesidad del cambio del modelo productivo. Incluso hubo un ‘libro blanco’ que quedó en papel mojado. Porque sin más inversión en I+D, es difícil que esto suceda. La realidad, sin embargo, sigue quedando lejos de los deseos.

Porque el hecho es que el tiempo pasa y esta inversión no aumenta en términos reales. Es decir, aunque el gasto sí que se elevó en 2016, si se relativiza con el crecimiento de la economía el desembolso de las empresas, universidades y administraciones públicas se queda atrás. En última instancia, esto agranda la brecha en este terreno con el resto de Europa.

El gasto en investigación y desarrollo (I+D) aumentó un 0,7% en 2016 hasta los 13.260 millones de euros. Un incremento muy por debajo de la expansión de la economía, que fue del 3,6% nominal -descontando el efecto de los precios- y del 3,3% en términos reales. De esta forma la inversión en I+D sobre el Producto Interior Bruto (PIB) se redujo desde el 1,22% hasta el 1,19%, según los datos del INE. Se trata del porcentaje más bajo desde 2005 y se aleja del máximo del 1,4% en 2010.

El aumento del gasto en I+D se queda por debajo de la expansión de la economía por séptimo año consecutivo

El aumento del gasto en I+D se queda por debajo de la expansión de la economía por séptimo año consecutivo. Y se agranda la brecha respecto al resto de Europa. En el conjunto de la Unión Europea se sitúa en el 2,03%, según las cifras de 2016 de Eurostat. Esto es, el peso del gasto en investigación y desarrollo en la economía es un 40% inferior en España respecto al bloque comercial. Mientras que en la Eurozona el dato sube al 2,12%.

Entre los países más avanzados de la Unión Europea hay varios que rondan el 3% como Alemania (2,9%), Dinamarca (2,9%), Austria (3,1%) o Suecia (3,2%). Todos estos países cumplen con el objetivo de la Comisión Europea de que la inversión en I+D alcance el 3% del PIB en 2020.

Hay que matizar que se trata de una recomendación y no de una obligación que acarrea multa en caso de su incumplimiento. La referencia es que las empresas sean responsables del 2% y el sector público del 1% adicional. “La innovación ocupa un lugar prominente en la estrategia de la UE para generar crecimiento y empleo”, dice Bruselas. El Ejecutivo comunitario estima que con ello se crearían 3,7 millones de empleos y se aumentaría el PIB europeo en cerca de 800.000 millones de euros.

España agranda su brecha -para mal- con respecto a Europa, donde el peso sobre el PIB del gasto en I+D permanece prácticamente congelado desde que pasó del 2% en 2011 en el caso de la Eurozona y un año después si se tienen en cuenta a todos los países de la UE. No obstante, hay alumnos aún peores que España: en Bulgaria, Grecia, Croacia, Chipre, Lituania, Malta, Polonia, Rumanía o Eslovaquia está por debajo del 1%.

UN GASTO NECESARIO

La inversión en I+D es el gasto que realizan los centros de estudios para mejorar un tratamiento sanitario, las automovilísticas para ganar -o no perder- en la carrera por el coche eléctrico hacia poder ofrecer utilitarios que sean asumibles para la clase media o lo que permite a un fabricante de móviles poner en el mercado ‘smartphones’ con cada vez más posibilidades.

Este desembolso es, por tanto, el que marca el modelo productivo de una economía. En España, históricamente han tenido mucho peso sectores como el turismo o la construcción, en los que se compite por precio y, consecuentemente, deriva en empleos con alta temporalidad y bajos salarios. Mientras que en otros segmentos de la industria manufacturera o el sector servicios priman la cualificación, diferenciación y productividad tanto de sus empleados como de sus infraestructuras.

La referencia de la UE es que las empresas sean responsables del 2% y el sector público del 1% adicional. “La innovación ocupa un lugar prominente en la estrategia de la UE para generar crecimiento y empleo”

Pero estos mismos sectores tienen que competir con otros países, por eso es tan relevante que haya una inversión en I+D que cambie el modelo productivo. “Es importante que haya presupuestos y que no se congelen las inversiones del Estado, así como un acuerdo para promover aquellos programas que a medio plazo permitan incrementar la productividad”, apunta Ramond Torres, director de coyuntura y estadística de Funcas.

Precisamente, la productividad y la competitividad son dos caras de la misma moneda. Si la primera no aumenta, la economía tenderá a congelar o rebajar la cantidad de dinero que se destina a los salarios para seguir compitiendo en el exterior. Porque la otra alternativa es la de que aumente el déficit comercial y el superávit en la balanza de capital -esto quiere decir endeudamiento exterior- como ocurrió en la década previa a la crisis, lo que deja al país en una situación de extrema vulnerabilidad.

No es casualidad que Alemania y Suecia sean de los países que más invierten en I+D. También están entre las economías de la Eurozona con mayores niveles de productividad medida como la producción generada en euros por cada ocupado. En 2016 la productividad española fue de 62.000 euros, mientras que en Alemania alcanzó los 80.000 euros y en Suecia los 100.000 euros. Estas cifras repercuten en salarios mayores en ambos casos junto con una capacidad para mantener la competitividad exterior con un amplio superávit por cuenta corriente en el caso germano y elevados niveles de protección social en el país nórdico.

Los modelos clásicos y keynesianos chocan a la hora de determinar las variables que influyen en la evolución de los salarios a corto plazo, pero coinciden en señalar que hay una relación muy directa entre la productividad y la remuneración de los trabajadores en el largo plazo. No obstante, esta conexión está rota en el corto plazo en España, ya que la productividad está creciendo más que los salarios desde el primer trimestre de 2016. Para 2018, el Gobierno asume una variación nula de la productividad por ocupado. Según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) hay que remontarse a 1999 para encontrar un precedente similar.

¿HAY CULPABLES?

La inversión en I+D suele tener sus frutos con el paso del tiempo. Y no siempre tiene un efecto positivo, ya que por ejemplo una investigación sobre un coche eléctrico puede derivar en un modelo demasiado caro que finalmente no se implemente. Esta realidad limita la capacidad de muchas compañías, especialmente las de menor tamaño, para realizar el desembolso en investigación y desarrollo. Mientras que los frutos tampoco son inmediatos para la administración pública, condicionada por los ciclos políticos.

En el caso español, tanto empresas como el sector público están lejos de los estándares que persigue la Comisión Europea. El sector privado fue el responsable del 53,7% de la inversión, al aumentar la cifra un 3% hasta los 7.126 millones de euros, menos de la mitad del 2% que propone Europa.

El empleo enfocado a la investigación y el desarrollo también se incrementó en las empresas un 3%, hasta los 90.129 ocupados. Según la Unión Europea, únicamente hay 16 empresas entre las 567 que más invierten en este concepto, frente a las cifras de 134 de Reino Unido y Alemania.

La fotografía no es muy diferente en el sector público. De hecho, la tendencia es peor, ya que las administraciones públicas disminuyeron el gasto un 1,5% hasta los 2.453 millones de euros, apenas un tercio del 1% que aconseja Bruselas. Mientras que el otro 27,5% correspondió a entidades de enseñanza superior con 3.649 millones, un 1,5% menos que en 2015. Este gasto se puede agrupar en los grupos anteriores en función de si tienen titularidad pública o privada. En cualquiera de los dos casos, España seguiría lejos de los umbrales que persigue la Comisión Europea.

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