• El ringgit malayo alcanza un hito de dos semanas, aupado por los boyantes precios del petróleo
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El dólar no lo está pasando bien. A pesar de que los temores de guerra comercial han retrocedido, después de que se haya publicando que EEUU y China están negociando un acuerdo en secreto, el ‘billete verde’ sigue deprimido contra la mayoría de sus rivales. En las monedas asiáticas, esto se traduce en ganancias en casi todos los cruces menos en el yen, que este martes se deprecia alrededor de un 1%. El protagonismo se lo roba el yuan, que se eleva hasta un máximo de siete semanas.

La divisa de la segunda potencia mundial se estira hasta las 6,2523 unidades frente al billete verde, después de que el Banco Popular de China haya incrementado el tipo de cambio oficial hasta un hito no visto en dos años y medio. Así, el renminbi -como también se conoce a la moneda china- ha operado en un rango de un 2% alrededor de los 6,1826 yuanes, un 0,6% por encima del tipo de cambio del lunes en los 6,3193 yuanes.

El banco central del gigante asiático no ubicaba la moneda en estos niveles desde el 11 de agosto de 2015, cuando arrancó la gran devaluación de la moneda. En aquel momento, el Banco Popular de China trastocó a los mercados con una depreciación de un 2% de una sola tacada.

Todavía en Asia, la otra moneda que también ha visto como las compras la elevaban contra el ‘billete verde’ ha sido el ringgit malayo, que se ha disparado a un máximo de dos meses hasta las 3,87 unidades por cada dólar. Según Stephen Innes, analista de Oanda, los elevados precios del petróleo mantienen a la moneda malaya apuntalada. El barril de referencia Brent acumula un auge del 6,9% en marzo, lo que apoya a las monedas de los países exportadores.

En este contexto de elevados precios del crudo, este lunes debutó en la bolsa de productos derivados de Shanghai el primer contrato de futuros del petróleo denominado en dólares. Una iniciativa del país que busca el triple objetivo de controlar la factura que paga China por las importaciones del ‘oro negro’, de abrir los mercados de materias primas del gigante asiático a los inversores internacionales y de disputarle al dólar la supremacía como moneda de referencia de las materias primas.

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