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El presidente del BCE, Mario Draghi, y la de la Fed, Janet Yellen

En el cuento, Ricitos de Oro se comió el plato de sopa que encontró más agradable. En Estados Unidos, su banco central, la Reserva Federal (Fed), ha empezado a retirar la 'sopa' monetaria con la que ha alimentado como nunca a la la mayor economía del mundo en los últimos años. El momento de la verdad para calibrar la salud de la recuperación ya está aquí.

'Ricitos de Oro, o 'Goldilocks' en inglés, es precisamente el sobrenombre que expertos y bancos de inversión emplean para referirse a la situación por la que transita la economía norteamericana, y por extensión la mundial. "A pesar de la atonía de la inflación en las economías avanzadas, las perspectivas macroeconómicas mundiales eran optimistas. Los comentaristas del mercado denominan a este tipo de coyuntura 'escenario Ricitos de Oro', puesto que la economía no está ni demasiado caliente, ni demasiado fría, sino en su punto", recogía por ejemplo el Banco Internacional de Pagos en su último informe trimestral.

Las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) encajan con esa metafórica identificación. Proyecta que la economía mundial crecerá un 3,5% en 2017 y un 3,6% en 2018, con las economías desarrolladas haciéndolo a un 2% y un 1,9%, respectivamente, y las emergentes, al 4,6% y el 4,8%. Es decir, todo dentro de la norma, nada extraordinario. En la década previa a la crisis, el crecimiento mundial medio fue del 4,2%, por ejemplo, con el de las desarrolladas en el 2,5% y el de las emergentes en el 6,2%. Y lo mismo pasa con los precios. Tras venir de tasas medias de inflación del 2,2% en las economías desarrolladas y del 7,5% en las emergentes entre 1999 y 2008, las proyecciones del FMI muestran tasas en torno al 2% para los próximos años en el primer caso y de entre el 4% y el 5% en el segundo.

Es decir, una economía totalmente 'Goldilocks': ni demasiado caliente, como para que los excesos o la inflación asusten, ni demasiado fría, como para temer a la recesión o la deflación. En su punto, como la sopa que 'Ricitos de Oro' comió en la casa de los osos.

El asunto es que, a partir ya de este mismo mes, Ricitos de Oro ya no tendrá tanta sopa para alimentarse. La Fed ha iniciado en octubre la progresiva reducción de su balance, engordado durante la crisis, a base programas de expansión cuantitativa (QE1, QE2 y QE3), desde los 0,8 hasta los 4,5 billones de dólares, un volumen sin precedentes y que equivale al 25% del Producto Interior Bruto (PIB) estadounidense. La entidad presidida por Janet Yellen primero lo adelgazará en 10.000 millones de dólares al mes, para luego ir incrementando la 'dieta' con 10.000 millones adicionales por trimestre, con lo que en 12 meses estará retirando 50.000 millones al mes.

Los mercados no son nada ajeno. Ni lejano. Su comportamiento ha sido determinante en la reactivación económica. Por eso, la progresiva restricción monetaria de los bancos centrales será tan clave, porque pondrá a prueba la consistencia de la recuperación

No parece demasiado. Pero comienza a marcar un curso distinto en los acontecimientos. Porque, además, la Fed subirá otra vez los tipos de interés en diciembre, para llevarlos del 1-1,25% al 1,25-1,50%, en el que sería el tercer incremento del año. Sin olvidar que no caminará sola, puesto que le seguirá el Banco Central Europeo (BCE), que en 2018 comenzará a reducir el montante que dedica actualmente a comprar deuda en el mercado -por ahora, 60.000 millones de euros mensuales-, sin olvidar que el Banco de Inglaterra pretende subir los tipos de interés en noviembre y que el Banco de Canadá ya lo ha hecho dos veces en los últimos meses y tiene intención de darles continuidad.

Aunque, tras ir más lejos que nunca con sus medidas expansivas para combatir los efectos de la 'Gran Recesión', ningún banco central se volverá loco a la hora de retirar los estímulos, porque un movimiento en falso puede arruinar la recuperación, lo cierto es que sí supondrá un nuevo escenario. Y uno muy distinto al visto en la última década y, sobre todo, al que han disfrutado los mercados financieros en este periodo.

Porque las favorables condiciones monetarias de la última década, con tipos oficiales al 0% -e incluso por debajo en países como Japón, Suiza o Suecia-, y el histórico bombeo de dinero por parte de los bancos centrales han abonado el terreno para que, por ejemplo, Wall Street esté viviendo el tercer ciclo alcista más longevo de su historia, con los índices estadounidenses marcando un récord tras otro. O para que la capitalización bursátil mundial roce los 85 billones de dólares y equivalga al 110% del PIB mundial, una proporción que tampoco cuenta con precedentes. O para que en el mundo haya más deuda que nunca. O para que también estén engordando como pocas veces las emisiones de deuda de alto riesgo -o 'high yield' o basura- o los préstamos apalancados, los concedidos a empresas 'subprime', con el añadido de que en paralelo cada vez se exigen menos garantías o colaterales a cambio.

Cosas de los mercados, se puede pensar. Pero cuidado con la complacencia o con pensar que los mercados son ajenos a nuestras vidas, porque el desempeño de los mercados ha sido clave en la generación de riqueza y en la recuperación de los últimos años. "La recuperación son los mercados", ha llegado a decirse. Y no sin razón.

Por eso lo que empieza a moverse en octubre en los bancos centrales será tan determinante. Porque pondrá a prueba la consistencia de todo lo acumulado en los mercados en los últimos años al abrigo de las extraordinarias medidas de los bancos centrales. Porque evaluará hasta qué punto la locura en la valoración y la proliferación de ciertos activos -que haberla, la habido- ha ido tan lejos como para ser controlable o no. Y porque, en última instancia, examinará la solidez de la recuperación económica.

¿Cómo acabó el cuento? Con los osos regresando a su casa y sorprendiendo a Ricitos de Oro, que salió corriendo atemorizada. Osos, precisamente osos, utilizados, por contraposición a los toros, como símbolo bajista en los mercados. La economía está en su punto, dicen. Ni fría ni caliente. 'Goldilocks'. Hasta que lleguen los osos. Porque siempre vuelven.

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