MADRID, 09 AGO. (Bolsamania.com/BMS) .- El 9 de agosto de 2007 fue “el día en el que cambió el mundo”, en palabras del ex consejero delegado (CEO) de Northern Rock, Adam Applegarth. El día en el que BNP Paribas dijo a sus inversores que no podrían recuperar el dinero de dos de sus fondos porque no podían valorar los activos de los mismos ya que se había producido una “completa evaporación de la liquidez”. El día en el que la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) inyectaron 90.000 millones de dólares en los mercados financieros. Una acción coordinada que no consiguió evitar el colapso de la propia Northern Rock, ni de Lehman Brothers, tampoco la recesión global, ni la crisis de deuda que asola Europa.

Para la autoridad monetaria europea era la primera intervención desde los ataques terroristas del 11 de septiembre, recuerdan desde The Guardian. El BCE la llamó “fino ajuste”, pero los inversores sabían ya que era algo mucho más serio: el Ftse británico perdió 121 puntos ese día y el Dow Jones se dejó 387. El editor de economía de dicho diario, Larry Elliot, afirma que “en lo que respecta a los mercados financieros, el 9 de agosto de 2007 recuerda al 4 de agosto de 1914, marca el punto de corte entre un verano de prosperidad y tranquilidad y la guerra de trincheras de la contracción del crédito, con su quiebra de bancos, congelación de los mercados, y explosión del mercado inmobiliario por la escasez de crédito”.

Así que hoy, un lustro después, estamos de cumpleaños. La crisis celebra su quinto aniversario, media década en la que podría decirse que “hemos ido para atrás como los cangrejos”. Y es que, desde aquel 9 de agosto los acontecimientos (negativos) se han precipitado en cascada: en septiembre de aquel año Northern Rock tuvo que recibir ayuda del Gobierno británico (era la primera vez que sucedía en 150 años).

Ya en enero de 2008, los analistas anunciaron la mayor caída anual de las ventas de viviendas en Estados Unidos en un cuarto de siglo; en febrero, Northern Rock fue finalmente nacionalizada; en mayo, Henry Paulson, entonces secretario del Tesoro estadounidense, afirmaba ufano que lo peor había pasado; y en septiembre, el Gobierno norteamericano rescataba Fannie Mae y Freddie Mac, poco después, Lehman Brothers se declaraba en bancarrota (Washington Mutual y Wachovia también colapsaban). Así, en octubre, Paulson implementaba el TARP, mecanismo de rescate para el sector financiero estadounidense. La primera semana de dicho mes fue la peor en la historia del Dow Jones y ocho bancos centrales recortaron entonces sus tipos de interés en un 0,5% de forma coordinada. A mediados del mismo, el Gobierno británico rescató un importante número de bancos, entre ellos RBS y Lloyds.

En abril de 2009, el G20 acuerda un paquete de estímulos global valorado en 5 billones de dólares americanos; antes, el Banco de Inglaterra (BoE) anunciaba el comienzo de una política de flexibilización cuantitativa (QE). A finales de ese año, Yorgos Papandreu es elegido primer ministro de Grecia y una semana después de su nombramiento destapa un enorme agujero en las finanzas del país.

Así, en abril de 2010, la deuda helena es rebajada a “bono basura” y en mayo la república europea es rescatada por primera vez (110.000 millones de euros). Poco después, en noviembre, los ministros de Finanzas de la Zona Euro acuerdan el rescate de Irlanda (85.000 millones de euros).

Lisboa siguió el camino de Atenas y Dublín y Portugal es rescatada en mayo de 2011; en julio de ese mismo año, Grecia es rescatada por segunda vez.

Hoy por hoy, se habla de un posible rescate de España, que ya ha solicitado ayudas de 100.000 millones de euros para su sector financiero, y hasta de Italia. La economía de europea ha recaído en la recesión, mientras los costes de financiación se multiplican día tras día para los países periféricos y la tasa de desempleo no para de escalar posiciones (en marzo, los parados europeos alcanzaron su nivel más alto en la historia).

Sara Carbonell
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