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Las principales economías mundiales se enfrentan en estos momentos a la amenaza de la deflación. Tras Japón, la zona euro o Estados Unidos, China se suma a la lista de países que se enfrentan a una caída en los precios.

La primera medida del Banco Popular de China para frenar la caída de los precios ha sido recortar los tipos de interés. Sin embargo, los economistas temen un ciclo deflacionario global con este entorno de tipos bajos, informa CNN.

La inflación se encuentra actualmente en el 0,8% en China, su nivel más bajo en los últimos cinco años. En este entorno, Tao Wang, de UBS, considera que el organismo monetario “claramente se ha preocupado más por la presión deflacionaria en las últimas semanas”.

La preocupación viene por la perspectiva de entrar en un ciclo deflacionario dañino en un momento en que los bancos centrales están agotando todas sus armas. Los bancos centrales suelen combatir los ciclos de deflación bajando los tipos de interés y poniendo en marcha medidas de estímulo, pero muchos ya llevaron a cabo este tipo de acciones para intentar salir de la crisis financiera.

"La política monetaria tiene un efecto limitado en un entorno deflacionario grave"

“La política monetaria tiene un efecto limitado en un entorno deflacionario grave”, señala Scott Wren, estratega de renta variable de Wells Fargo, en declaraciones recogidas por CNN, “Incluso con los tipos de interés prácticamente en cero, la demanda de crédito no es tan fuerte, como muchos bancos centrales de todo el mundo están descubriendo ahora”, añade.

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LUCHAR CONTRA LA DEFLACIÓN

Las reducciones de precios pueden venir por varios frentes. Por ejemplo, una caída en los precios de la energía, como ha sucedido con el desplome del precio del petróleo. Así, los consumidores pueden ahorrar o destinar más dinero al consumo. También puede producirse una caída de los precios con los avances tecnológicos, que hacen que los consumidores puedan adquirir productos mejores por el mismo precio.

Esto serían ejemplos de “buena deflación”. Pero lo que preocupa a los economistas es que los hogares y las empresas comiencen a posponer las inversiones y los gastos, provocando una caída en espiral de la actividad económica y los precios. La deflación también causaría problemas a los países a la hora de pagar sus deudas y forzaría a las economías más débiles a reducir los salarios para aumentar su competitividad.

En Europa, los inversores han comenzado a pagar por prestar dinero. Si la deflación se afianza, los bonos con rentabilidad negativa podría ser la apuesta más segura frente a otros activos.

El programa de compras de 60.000 millones al mes del Banco Central Europeo ha hecho que bajen las rentabilidades de los bonos. Así, el BCE quiere animar a los inversores y a las entidades financieras a buscar rentabilidades más altas, por ejemplo invirtiendo en empresas o concediendo crédito.

Pero no existe una solución universal. Aunque las autoridades europeas se enfrentan a problemas que están conectados entre sí, las medias políticas varían de un país a otro. Sin embargo, el problema de la deflación ha saltado al primer plano de la agenda global.

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