“Wings”, el primer Oscar a mejor película de la historia (1927)

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Nos encontramos a mediados de los años 20. El cine ya se consolidó en Europa como modalidad artística, mientras en Estados Unidos se construía una poderosa industria a su alrededor. Aparecieron las primeras figuras del star-system (Mary Pickford, Lillian Gish, Rodolfo Valentino, etc.) y los primeros grandes directores (David W. Griffith, Charles Chaplin) mientras decenas de cineastas y profesionales del cine del otro lado del Atlántico aterrizaban en Hollywood atraídos por los grandes medios (y los grandes sueldos) de las nuevas productoras americanas.

En 1927, por ejemplo, también se estrenó Amanecer de F.W. Murnau. Pero el primer Oscar a mejor película de la historia fue para Wings de William Wellman, una cinta bélica con grandes efectos especiales y espectacularidad. Y mucho efectismo. La cinta de Murnau tuvo que conformarse con el Oscar a mejor calidad artística en la producción, premio que no volvió a entregarse.

La prueba de que la ceremonia de los Oscars iba en serio es que fue presentada por Douglas Fairbanks, uno de los actores míticos de la primera etapa del cine. Se celebraron en 1929 y premiaron a las películas estrenadas entre 1927 y 1928. Años trascendentales para la historia del cine, pues llegaba el cine sonoro cambiando para siempre el carácter narrativo y la interpretación de los actores.

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Wings es una de las últimas muestras de cine bélico mudo. Una película que demuestra que no “siempre el tiempo pasado fue mejor”. Muchas veces caemos en la tentación de decir que el cine de antes era mejor, pero tal vez deberíamos puntualizar diciendo que en todas las épocas han habido buenas y malas películas. Lo que ocurre es que si pensamos en el pasado nos vienen a la cabeza cintas míticas y de gran calidad y olvidamos los bodrios. Pero en la actualidad también se estrenan grandes películas. Solo hay que separar el grano de la paja.

Wings es una insufrible película que eleva a la máxima potencia todos los clichés del cine bélico y nacionalista y el mediocre melodrama romántico. Es evidente que el cine estaba en una de sus primeras etapas, y hay que tener en cuenta los recursos narrativos propios del cine mudo. Es decir, hay que analizar este cine desde otro prisma.

Pero dentro del cine silente ya existían en los años 20 cintas arriesgadas, de guiones originales, de estéticas rompedoras, de recursos narrativos innovadores y que, sobre todo, no tomaban por idiotas a los espectadores. Al menos no demasiado. Wings es la soporífera historia de dos amigos que van a la guerra y se convierten en pilotos. También están por ahí dos novias (una de ellas tan pegajosa que asusta) y Gary Cooper.

La repetición de motivos (el osito de marras), las escenas alargadas hasta la extenuación (el bar de París con las dichosas burbujas), la falta de profundidad en el carácter de los personajes (tal vez se salva el co-protagonista de familia rica), los amoríos latosos, y la cursilería y nacionalismo que destila toda la cinta terminan por perjudicar el resultado final. No obstante, esta muy bien considerada por la mayor parte de la crítica.

En Wings se da mucha más importancia a ofrecer espectaculares batallas aéreas (Howard Hughes se obsesionó con superarla técnicamente con su Ángeles del infierno estrenada tres años más tarde) que en construir un guión fresco. Más o menos, lo que sucede ahora. No todo el tiempo pasado fue mejor.

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  1. Miguel Angel Zacconi junio 9, 2013