No ha salido nada bien la cosa. Desde que se anunciase la adaptación a imagen real de Ghost in the Shell, la cinta de Scarlett Johansson había acaparado la atención de millones de cinéfilos de cara a este año. Su estreno se presentaba como uno de los más importantes del año, ya que el Manga de Masamune Shirow es pieza indispensable para cualquiera. Cierto es que el fichaje de Scarlett Johansson no gustaba demasiado a los más puristas (habrían preferido a una actriz oriental), pero eso no impedía que la expectación fuese máxima.
Así las cosas, Ghost in the Shell se presentaba en las carteleras de todo el planeta, pero lo hacía sin el favor de una crítica dividida ante la propuesta de Rupert Sanders. Lo cierto es que el filme no funcionaba como se esperaba, resultado ligeramente decepcionante, pero mucho peor era la taquilla en el fin de semana del estreno del filme. Los raquíticos 19 millones de dólares logrados en Estados Unidos por un filme con 110 millones de inversión en producción (más 60 en promoción y distribución) se quedaban muy por debajo de lo esperado. Lo mismo ocurría con la taquilla mundial, pero al menos esta llevaba al filme, con otros 40, hasta un total de 59 millones en su primer fin de semana.
Visto lo visto, llegar a compensar el coste del filme parece la máxima aspiración de una película que, sin ser ningún horror, se queda lejos de lo que nos habría gustado ver.