Robert De Niro nos recuerda por qué es una leyenda en su nueva película

Lo96

No son pocos los grandes actores de la historia que, por una u otra razón, deciden abandonar los grandes papeles y comenzar a trabajar en cualquier tipo de proyectos. Algunas veces esto se debe al mal tino en la selección de proyectos, pero el motivo más habitual no es otro que el de engordar sus cuentas corriente.

Seguramente, el caso de Robert De Niro sea el más sangrante de todos. Uno de los mejores actores de la historia del cine lleva más de 15 años deambulando por las pantallas de cine. El Encargo, Heist, Plan en Las Vegas, La gran boda, Caza humana… Seguramente os estaréis preguntando de dónde demonios han salido esos títulos. Pues sólo son algunas muestras de los desastres de De Niro en los últimos tres años. Por suerte, pequeños papeles como el de El lado bueno de las cosas suelen recordarnos los motivos por los que De Niro es una leyenda viva.

Tras torturarnos con una nueva retahíla de proyectos terribles, el bueno de Robert se ha vuelto a sacar otra gran interpretación de la manga. Para ello ha tenido que acercarse al mundo del boxeo como ya sucediese en la brillante Toro Salvaje (Martin Scorsese). En Manos de Piedra, De Niro se mete en la piel de Ray Arcel, el entrenador de Roberto “Manos de Piedra” Durán, el célebre boxeador interpretado por Edgar Ramírez. Con un trabajo sobrio y alejado de su autoparodia habitual, el viejo De Niro recupera la intensidad y el magnetismo que hicieron de él uno de los más grandes de la industria. Sólo por verle ya merece la pena esta producción panameña-estadounidense.