Las 9 películas que más desbandadas han provocado en salas (Parte III)

PARTE 1 – PARTE 2

3. El Exorcista (William Friedkin, 1973):  Regan, una niña de doce años, es víctima de fenómenos paranormales como la levitación o la manifestación de una fuerza sobrehumana. Su madre, aterrorizada, tras someter a su hija a múltiples análisis médicos que no ofrecen ningún resultado, acude a un sacerdote con estudios de psiquiatría. Éste, convencido de que el mal no es físico sino espiritual, es decir que se trata de una posesión diabólica, decide practicar un exorcismo. Seguramente la película de terror más popular de todos los tiempos.El público de la época estaba hecho al terror, pero nadie puede negar que en “El Exorcista” la cuerda se tensa al máximo. Muchos espectadores eran incapaces de soportar las dosis de terror propuestas.

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2. Gremlins (Joe Dante, 1984): Rand (Hoyt Axton) es un viajante que un día regala a su hijo Billy (Zach Galligan) una tierna y extraña criatura, un mogwai. El inocente regalo, sin embargo, será el origen de toda una ola de gamberradas y fechorías en un pequeño pueblo de Estados Unidos. Todo empieza cuando son infringidas, una tras otra, las tres reglas básicas que deben seguirse para cuidar a un mogwai: no darle de comer después de medianoche, no mojarlo y evitar que le dé la luz del sol. ¿Cuál era el problema aquí? Pues que la gente se esperaba una amable película navideña con una pequeña criatura peludita y monísima. En ninguna ecuación entraba semejante dosis de gamberrismo.

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1. El Arbol de la vida (Terrence Malick, 2011): Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes de su infancia y trata de comprender qué influencia tuvieron sobre él y hasta qué punto determinaron su vida. La complejidad en la puesta en escena de Terrence Malick desataba las iras de unos espectadores que no salían de su asombro ante semejante cascada de metáforas que nos llevaba hasta a encontrarnos con un dinosaurio.

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