La chica del tren – Crítica indiferente

Servidor se unió a la Fiesta del Cine con el único propósito de ayudar a las cifras y batir récords, como cada edición se dice. Vale, mentira. Es que resulta irresistible ir al cine por menos de 3 euros en estos tiempos y con una cartelera tan prometedora. De entre las opciones, me decidí por La chica del tren y he aquí mi crítica de la misma, por si te apetece comentarla.

Versión corta: es una película de Antena 3 de los sábados por la tarde.

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Ahí está La Chica del Tren, acechando por la ventana. Una ventana increíblemente limpia. Supongo que esta no viaja en los mismos cercanías que yo.

La chica del tren y sus narradoras

Tenemos a Rachael (Emily Blunt), una mujer en la mitad de sus treinta, alcohólica y despechada. Cada mañana toma el tren para ir al trabajo y desde allí contempla su antiguo hogar y también a sus vecinos, con quienes sufre una pequeña obsesión. Tenemos a Megan (la hermana gemela de Jennifer Lawerence, Haley Bennet), una joven ama de casa que no está conforme con su vida y no quiere ser madre. Va al psiquiatra y declara que le gusta mentir. ¿Una pista para el espectador? Y tenemos a Anna (Rebecca Ferguson), que una vez fue la otra y ahora es la esposa. Ella sale con el ex de Rachel y tiene un bebé al que cuida Megan. Como vemos, las vidas de las tres mujeres están entrelazadas y muy pronto se van a estrechar todavía más.

Desde ya digo que me encanta que la película esté basada en tres mujeres. Solemos tener un modelo muy diferente; la concepción de que una película que tiene mujeres de protagonistas va dirigida solo a un público femenino. Y no es así. No en este caso. No defiendo que ya solo por eso sea una buena película, pero es algo que debemos tener en cuenta. ¿Puede ser La chica del tren cine feminista? No lo sé. Creo que no es lo principal.

Crítica de La chica del tren

¿De qué va esta película? Por si a alguien le ha sucedido lo mismo que a mí, La chica del tren no tiene nada que ver con Perdida. Yo creía que era de los mismos autores, pero no. Tienen en común el punto interesante de que la narración es engañosa y que juegan mucho con los puntos de vista. Esto siempre me gusta porque me convierte en un espectador activo y atento, dispuesto a creerme más listo que el guión para desentrañar el misterio y señalar al culpable, jactancioso, con mi índice enhiesto.

Los hechos no son muy diferentes a los que nos podemos encontrar en un telefilm de sábado por la tarde.

Y cuidado aquí, que vienen spoilers.

Rachel está muy despechada y siente un odio tremendo hacia Anna. En una de sus borracheras, alocada por ver que Megan está estropeando su bonita historia de amor, se baja para pegar cuatro gritos y, de repente, no se acuerda de lo que ha ocurrido. Como podéis suponer, en este punto es cuando Megan desaparece y sus papeletas de regresar con vida son nulas. Rachel tiene que luchar contra su problema de alcohol, pero sobre todo contra sí misma y lo que puede haber hecho. Además, tiene el “inconveniente” de que la mujer de su ex marido está en su contra y va a presionar todo lo posible para que la policía la señale como culpable.

Me gusta que la película profundice en este punto y que muestre las miserias del alcoholismo sin romantizarlas. Normalmente los personajes alcohólicos son simpáticos y hasta parecen geniales pegados a sus botellas, como si necesitar un trago para hacer tal cosa fuera lo más. Rachel es patética e irritante. Buen punto a favor.

La chica del tren nos somete a una experiencia en primer plano de lo asfixiante que resulta formar parte de algo que no puedes conectar porque tu propio cerebro te falla; esas lagunas son la excusa perfecta para que el guión pueda dar sus aparentes giros. La cinta tiene su mérito y la historia es interesante por la forma en la que lo cuenta, gracias a esa Rachel maltratada por la bebida, pero, honestamente, podría haber sido un thriller para ver en casa con una manta. Queda muy lejos de Perdida.