Crítica: “La Bella y la Bestia”

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Nota: 3,5

Erase una vez, en un país cercano, un director que vivía al amparo de una resplandeciente productora. A pesar de que tenía todo lo que podía desear, el director era ambicioso hasta cotas inimaginables. Una noche de invierno llego a su puerta una magnífica historia. Una de esas tan hermosas que perduran durante siglos, pero el ambicioso director la consideró burda y pobre. A pesar de que lo tenía todo para triunfar con ella, el acaudalado hombre despreció a la hermosa historia. La entendió como ridícula e infantil. El quería una historia mucho más grandiosa, de modo que le cerro las puertas de su gloriosa y próspera productora. La hermosa historia estuvo a punto de dejar caer una maldición sobre el hombre, pero decidió que no hacía falta. El director ya era lo suficientemente bestia como para perpetrar una historia que jamás sería amada por nadie. El director se llamaba Christophe Gans y la historia despreciada y adaptada con vileza, “La Bella y la bestia”.

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Resulta francamente difícil imaginar un resultado peor con tan atractivo material de partida. La historia que desde Jean Cocteau hasta Disney lograba elevarse a la categoría de “sublime” se convierte en esperpéntica al caer en las manos menos adecuadas. Los delirios de grandeza de un realizador con los bolsillos llenos de dinero son los causantes de estas casi dos horas de infamia. “La bella y la bestia” camina dando tumbos incapaz de acertar con ninguno de los desesperados recursos narrativos a los que recurre. Ni con el hilo conductor de la narradora leyéndole el cuento a dos niños, ni con los reiterados “flashbacks” mágicos se logra una mínima coherencia que permita al espectador situarse en el mágico mundo por el que pasea. 3Y como bien sabemos todos, la primera consecuencia de la incomprensión es la falta de atención, que a su vez provoca el solemne aburrimiento.

Toda escuela de cine debería proyectar en sus aulas la cinta de Christophe Gans como ejemplo de lo que no se debe hacer. Los errores son de manual. Los personajes tan pronto ocupan el centro de nuestra atención, como desaparecen durante decenas de secuencias. Valga como ejemplo que la desdibujada “Bella” (en menudo marrón te has metido, Léa Seydoux) no disfruta de más de dos minutos en pantalla durante todo el primer acto de la cinta. Lo mismo se puede decir de un villano (vamos a mirar para otro lado, Eduardo Noriega) sin carisma y de pobres motivaciones al que apenas recordamos tras ausentarse durante casi una hora. Cuesta imaginar que actores como el genial Vincent Cassel se hayan prestado a semejante atropello. No se escapa ni un personaje, como tampoco lo hacen sus interactuaciones. Constantes y traumáticos cambios de tono de una horrenda edición hacen incomprensible la evolución de relaciones tan intensas como la existente entre los dos protagonistas. En un momento dado la relación entre la joven y la aterradora criatura se convierte en un amor para versos sin que nos hayamos dado ni cuenta.

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Si alguna bondad tiene la cinta, esa es su estética en algunos momentos. Con la imponente inversión económica realizada, estaría bueno que hasta en esta faceta se desentonase todo el rato. De hecho la propuesta visual resulta digna en el momento en que se decide convertir una historia gótica en barroca. Los problemas llegan cuando se rompe la línea que separa lo barroco de lo “Bazluhrmanniano” y el caos se produce al romper la fina barrera existente con el mero “horterismo”. Es entonces cuando ya nada se salva.

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Tan tediosa como excesiva, “La Bella y la bestia” propone una versión de la historia poco afortunada en su desarrollo. Si una moraleja sencilla se puede extraer de la maravillosa historia de la que se parte es que la belleza está en el interior, algo que no ha entendido un director al que le recomendamos enérgicamente que escuche a la tetera de la cinta de Disney, porque ha traicionado el espíritu de una de las historias de amor más grandes jamás contadas.

Héctor Fernández Cachón

2 Comments

  1. EBER marzo 14, 2014
  2. GRUPO LM abril 7, 2014