Crítica “El Hobbit”: El DVD de la semana

Hay historias grandes. Historias que, desde la primera vez que nos cruzamos con ellas, nos dejan marcados para siempre. Estas historias salen de la cabeza de grandes mentes, capaces de crear mundos, personajes o tramas tan ajenas a nosotros, que nunca podremos vivir nada ni remotamente parecido. Es esta una habilidad poco extendida, pero que no convierte a los individuos en genios. El genio es capaz de coger esa magnífica historia y ese mundo totalmente desconocido para nosotros, es capaz de doblarlo varias veces y es capaz de meterlo en un sobre. Entonces nos regala esa pequeña porción de su “mundo” a cada uno de nosotros y esos personajes o tramas tan enormemente ajenas a nosotros, se convierten en cercanas. Pasan a ser nuestras. Las vivimos en nuestra propia piel. Esto fue lo que hizo J.R.R. Tolkien en cada una de las obras que salieron de su pluma. De todas ellas, “El señor de los anillos” es la más brillante y poderosa, pero ese cuento llamado “El Hobbit” es, sin lugar a dudas la más hermosa.

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Hace diez años, el director neozelandés Peter Jackson cerraba la que se convertía en una de las mejores trilogías de la historia del cine con “El retorno del rey”, la tercera entrega de “El Señor de los anillos”. La magnificencia de la obra y la devota legión de fans con los que contaban las obras del escritor británico siempre habían supuesto una barrera demasiado alta como para que ningún estudio o director se atreviese a afrontarla. Pero Jackson es todo un visionario al que no le falta valor y desde el infinito amor y respeto al libro original, se sacaba de la manga esta magnífica adaptación, ganadora de diecisiete Oscar de los treinta a los que optó. Así las cosas, solo era cuestión de tiempo que se empezase a hablar de “El Hobbit”. El germen de “El Señor de los anillos” tenía que llevarse a la pantalla sí o sí. Empezaban, de este modo, las múltiples tentativas de adaptar “El Hobbit”. Casi diez años plagados de calamidades, retrasos e, incluso, el abandono de Guillermo del Toro, el que iba a ser su director. Seguramente les parezca que tardamos demasiado en centrarnos en la película en sí, pero todo esto se antoja imprescindible para entender las dimensiones de “El Hobbit”.


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Así las cosas, Peter Jackson se ponía nuevamente tras las cámaras con escasas ganas, para viajar nuevamente por la Tierra Media. Nuevos actores, una nueva trama y, de fondo, la sombra alargada de “El Señor de los anillos”. Cuando se toma como base un libro de poco más de 300 hojas para hacer tres películas de tres horas, se hace necesario inventarse cosas más allá de la mera adaptación. La obra comienza con encanto, con guiños a las anteriores películas y con una agradable fidelidad al libro. Incluso, para meternos en situación se hace una pequeña narración (como también lo hacía la película de “La comunidad del anillo”) de los hechos que supondrán el detonante de la historia, con la llegada del dragón Smaug al reino enano de Erebor, también conocido como “La Montaña Solitaria”. Tal ataque condenará al pueblo enano a un éxodo al que su rey Thorin no se resignará y, acompañado de otros doce enanos y un pequeño hobbit iniciará una peligrosa misión para recuperar Erebor. La llegada de la compañía de enanos a Bolson Cerrado y su encuentro con el joven Bilbo (acertadísimo Martin Freeman) nos permita disfrutar de la mejor hora del metraje. Puro encanto que va desapareciendo por minutos.

Gollum

La inocencia de la obra original se transforma por momentos en absoluta ridiculez, por cortesía de intervenciones como la de Radagast el Pardo, la lucha de montañas o el absurdo “Gran Trasgo”. Así las cosas, pese a que la acción o la altura estética de “El Hobbit” no desmerece en nada a la de “El Señor de los anillos”, su ritmo y tensión no son ni remotamente comparables. Solo la aparición del magnífico Gollum se sitúa a la altura de las películas predecesoras. Demasiado irregular para ser grande, “El Hobbit” es, no obstante una agradable adaptación del hermoso libro de J.R.R. Tolkien. Se agradecería un metraje inferior y menos pasajes de relleno, pero está muy por encima de cualquier película de aventuras y fantasía no facturada por Peter Jackson.

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Ya lo decía Sam en “Las dos Torres”: “Lo sé. Ha sido un error. No deberíamos ni haber llegado hasta aquí. Pero henos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo. Las que realmente importan. Llenas de oscuridades y de constantes peligros. Esas de las que no quieres saber el final, porque ¿Cómo van a acabar bien?¿Cómo volverá el mundo a ser el que era después de tanta maldad como ha sufrido? Pero al final todo es pasajero, como esta sombra. Incluso la oscuridad se acaba para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho setido, aún cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisiesen, pero no lo hacen, porque todos luchan por algo”. Todavía queda mucho por ver de “El Hobbit” y seguro que Peter Jackson nos prepara agradables sorpresas. “El Hobbit” es otra gran historia emprendida por el director neozelandés y, como no, nuestro DVD de la semana.

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