Crítica: “Crudo”

Nota: 9

Las maniobras de marketing resultan comprensibles, pero cuando llevan a crear una confusión entre el público dejan de ser aceptables. No serán pocos los que se planten en la proyección de Crudo con la firme intención de disfrutar de un espectáculo del más puro terror gore. Sin embargo, los fans de este perfil de cine abandonarán la sala sin haber disfrutado en absoluto, pero no por una cuestión de falta de calidad del filme, sino por ofrecer algo distinto a lo esperado. Por contra, enormes sectores del público se abstendrán de enfrentarse a lo que promete ser una carnicería, perdiéndose uno de los filmes más brillantes de los últimos años.

Crudo resulta un ejercicio cinematográfico de demasiados quilates como para reducirlo a la simpleza del canibalismo. Como sólo pueden hacer quienes atesoran más talento y audacia, Julia Ducournau escribe y dirige un filme que toma la excusa de la antropofagia descubierta para hablar del convulso paso a la edad adulta que todos sufrimos. Esa chica vegetariana, aplicada y sensata que se convierte en una feroz caníbal al llegar a la universidad. Seguro que, reducido a esta frase, todo parece mucho más claro.

Estamos ante una de esas cintas capaz de componer imágenes realmente intensas. Más impactante que desagradable, el juego de Crudo es elegante hasta niveles asombrosos. La más intensa realidad detrás de una jovencita ávida de carne humana es la de la necesidad de crecer y despertar a un mundo plagado de electrizantes oportunidades. Justine no quiere más que vivir. La persona que realmente es resulta una incógnita, ya que a esa temprana edad no es más que lo que su educación ha hecho de ella. Todavía no ha tenido tiempo de pensar ni de descubrir. La política de “no hagas lo que haría yo” de sus padres tiene buena parte de la culpa de tan radical liberación de instintos. Ellos saben lo que es la vida, pero les da miedo que su pequeña camine por ella.

Resulta maravilloso sentarse en una butaca de cine y encontrar obras como Crudo. Lo que te llevas a casa no es una hora y media de terror gore (algo tampoco despreciable), sino una profunda disección de un tema que todos hemos disfrutado y sufrido. Arrancar a la vida.

Héctor Fernández Cachón