Crítica “300: El Origen de un Imperio”

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NOTA: 6

Cuando el Rey Leónidas y sus 300 espartanos se alinearon en el paso de las Termópilas, hace 2.494 años, para defender a la Grecia libre frente a las tropas del todopoderoso ejército persa, liderado por el temible Jerjes, seguramente eran conscientes de que estaban escribiendo uno de los pasajes más épicos de la historia de la humanidad. Sabían que escritores y poetas pondrían sus plumas al servicio de la empresa. No eran ajenos al hecho de que sus hazañas inspirarían canciones. Los ecos de sus espadas resonarían hasta el fin de los días. Uno de los capítulos más importantes en el paulatino proceso de inmortalidad de los valerosos espartanos lo proporcionaría la novela gráfica de Frank Miller y, en el año 2006 la magnífica cinta de Zack Snyder “300”. Con una historia de esas que se deben recordar de cuando en cuando, el director se sacaba de la manga una trascendente obra en lo que a estética se refiere, a la vez que una cinta épica al modo en que los valerosos guerreros merecen. La historia:La mejor. La puesta en escena: Novedosa e incomparable. La estética: Precisa y preciosa. Hoy llega a nuestras salas la historia paralela de Temistocles, el héroe ateniense y consumado estratega, pero ni la épica es parecida, ni la estética sorprende ya.

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“300: El origen de un imperio” es, por encima de todo un divertimento más que digno. Carece de la trascendencia cinematográfica de una predecesora que marcó estilo, pero sirviéndose de una fórmula similar logra un resultado cuando menos, atractivo. Como toda segunda parte que se precie, hay que multiplicar todo lo visto en la predecesora. “300: El origen de un imperio” multiplica a los guerreros, multiplica las batallas, los litros de sangre… Todo ello es suficiente para lograr nuestra atención, pero no nuestro entusiasmo.

Partamos de la base de que ninguno de los personajes de la nueva cinta alcanza ni remotamente el carisma propio de cualquiera de los 300 espartanos, siendo el principal ejemplo un Sullivan Stapleton (Temistocles), incapaz de acercarse a la furia de la mirada del rey espartano.4 Si bien es cierto que la labor de Eva Green y su temible Artemisa elevan la categoría de las tropas persas, su esfuerzo no es suficiente para compensar los puntos flacos de la obra. Noam Murro, pese a calcar el estilo de Zack Snyder es incapaz de alcanzar el orden en las batallas y la lírica mostradas en el anterior filme. Los recursos que con tanta habilidad gestionaba Snyder en la anterior cinta (cámaras lentas, cuadros de abrumadora belleza,…) son utilizados por Murro hasta la extenuación, vulgarizando sus bondades de manera innecesaria y reduciendo su aportación original a la nada. Eso si, nuestro reconocimiento para la tonificación muscular de los guerreros griegos.

Sería una obscenidad referirse al rigor histórico de una cinta como la que hoy nos ocupa. Poco procede hablar en estos términos de un producto tan lúdico como “300: El origen de un imperio”. En cualquier caso, si bien el cine es cine y no se debe permitir que la realidad estropee una buena historia, toda comparación del héroe espartano con el ateniense se antoja inapropiada. Presentar a Temistocles como héroe a la altura de Leónidas resulta imposible, máxime cuando el ateniense acabo sus días al servicio del imperio persa. La sombra de los 300 espartanos y de su rey es alargada.

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“Lucharon como poetas guerreros y ganaron su libertad”, decía Robert Bruce al final de “Braveheart”. Los soldados de “300: El origen de un imperio” no son los poetas de la espada que eran los 300 espartanos de Leónidas, pero despreciar su habilidad en el campo de batalla sería una insensatez. Si tienen sed de sangre y de épica, les aseguro que el ejerciro griego no les decepcionará.


Héctor Fernández Cachón

 

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  1. Manu Garcia Egea marzo 7, 2014